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Hace 99 años, en octubre de 1922, Benito Mussolini organizó una manifestación masiva que resultó el ascenso al poder del partido Nacional Fascista, culminando así una insurrección que Mussolini venía preparando desde meses atrás. Un mes antes había declarado en uno de sus mítines ... populares que su programa era muy simple: «queremos gobernar Italia». La marcha sobre Roma no fue en sí un golpe de estado para tomar el poder, sino el instrumento para intimidar a las autoridades públicas a que se lo entregaran. Cosa que ocurrió al día siguiente. La toma del poder por Mussolini fue perfectamente «legal», el propio Rey, el ejército, el empresariado y la derecha política lo apoyaron con la excusa de que estaban evitando una guerra civil.
El escalofriante paralelismo con los hechos ocurridos en Washington el 6 de enero de 2021 salta a la vista de cualquiera que conozca la historia del asalto al poder por el fascismo en Italia. Den por seguro que los asesores de Trump, y él mismo a pesar de su manifiesta incultura, estaban perfectamente familiarizados con el precedente mussoliniano y lo han utilizado como modelo para su propio asalto al poder. La marcha sobre Washington no sólo ha sido organizada bajo sus auspicios, los dos hijos de Trump publicaron un manifiesto alentando al «Partido Republicano de Trump», a su decir distinto del Partido Republicano per se, a que llevasen a cabo esta marcha.
El propio Trump, a las 12 de la mañana del día de autos, en un escenario montado frente a la Casa Blanca en cuyo frontis podía leerse en grandes caracteres «Marcha para salvar América», arengó a los participantes allí reunidos; así como a los que ya se habían congregado frente al monumental monolito dedicado a Washington. Les pidió que marcharan hacia el Capitolio, con el coraje que les faltaba a los congresistas republicanos, con el fin de provocar la interrupción del proceso de certificación que declararía a Biden nuevo presidente de Estados Unidos si ellos no lo remediaban. Es más, dijo que él mismo se uniría a la marcha aunque, imitando una vez más a Mussolini, se quedó en la Casa Blanca a seguir los acontecimientos por televisión.
Las heridas narcisistas no se cierran nunca y suelen estar en el origen de las más terribles venganzas. A la vez que Trump ha accedido de palabra a salir de la Casa Blanca el 20 de enero para que se consume la transición pacífica del poder, ha afirmado que no está de acuerdo en absoluto con el resultado de las elecciones y que seguirá en la lucha hasta lograr que América sea grande otra vez. Durante la campaña electoral afirmaba que él había conseguido que América fuera grande de nuevo; pero al perder las elecciones afirma que es una asignatura pendiente. América ha vuelto a la casilla de salida como si estuviera jugando a la Oca.
Tras haber sido desactivado el asalto al Capitolio los congresistas reanudaron la sesión de certificación de los resultados electorales, certificación que estaba siendo protestada por 150 representantes y 13 senadores republicanos. Pues bien, 130 representantes y 7 senadores siguieron protestando por los resultados como si el asalto nada hubiera tenido que ver con ellos, sin embargo, son fieles instrumentos de las maquinaciones subversivas de Trump. Estos son, pues, los congresistas que pertenecen al «Partido Republicano de Trump». Que el Partido Republicano puede escindirse en dos es una realidad muy tangible. Por Trump no va a quedar.
Simultáneamente al asalto del Capitolio en Washington, miles de trumpistas que no habían viajado a la capital se manifestaron frente a los capitolios de multitud de Estados, preferentemente demócratas pero también republicanos, con las mismas reivindicaciones y esporádicas invasiones practicadas por sus cofrades en el Distrito Capital. Los valedores de Mussolini hablaron de haber evitado una guerra civil..., pero aquello fue el origen de la Segunda Guerra Mundial. Lo que estamos viendo en Estados Unidos es la declaración formal de una nueva guerra civil que, hasta la semana pasada, era fría, pero que parecen decididos a calentarla hasta el punto de reconquistar el poder y rescatar la América que según dicen les han robado; pero lo que quieren en realidad es robarla al resto de la ciudadanía. Y para ello cuentan con 60 millones de votos a los que no les tiembla el pulso ante el espectáculo que los militantes trumpistas han puesto en marcha. Ya han empezado las excusas a esos «buenos chicos»; chicos que se han extralimitado a causa de sentirse robados, es decir, en defensa propia, pero que deben ser indulgentemente perdonados. Lo preparan así con soberano descaro los terminales mediáticos del trumpismo. Este país está dividido en dos mitades irreconciliables y esa quebradura no va a ser capaz de suturarla ni el próximo presidente ni los dos o tres que vengan detrás de él. Estamos ante una generación perdida y solos sus hijos estarán en condiciones de restañar las heridas..., si es que el país resiste sin secesionarse.
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