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El viaje más radical que hoy en día se puede hacer pasa, probablemente, no por coger un avión sino por apagar el teléfono móvil, dejarlo en casa y salir a la calle sin posibilidad de ser localizado, caminar sin poder sucumbir a la tentación de ... abandonar la realidad, por aburrida que nos parezca, para dejarnos caer en el infinito mundo de las distracciones virtuales. Da igual que lo usemos poco, si el teléfono va con nosotros, estamos conectados y no hay escapatoria: es un hilo invisible que conduce a una inagotable avalancha de propuestas que parecen diseñadas para sostener el tedio y evadirnos del encuentro con nosotros mismos.

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