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Hay cosas fundamentales que solo a través de la experiencia, a fuerza de haberlas vivido muchas veces, se pueden llegar a comprender. El paso tiempo, ... por ejemplo. A los veinte años puedes pensar en ello, estudiarlo y teorizar sobre ese fenómeno a través de un doctorado en la universidad. En realidad, no sabes demasiado. Solo quien vive muchos años puede realmente llegar a comprenderlo. Se comprende a través de la experiencia, de lo que pasa a través del cuerpo de uno. Es una comprensión sencilla, personal, alejada de lo intelectual. No hay atajos para esto. Por eso, los que han vivido mucho, aún sabiendo menos que algunos jóvenes, comprenden siempre más. Un científico puede saber de una afección y hacer un diagnóstico y proponer una cura.
El paciente puede no conocer nada del mal que padece, puede ser incapaz de explicar cómo se comporta un tumor, cómo frenar una infección o qué hacer para eliminar una bacteria que lo está dañando. Pero, al final, es el enfermo, y no el médico, el que a través de la experiencia comprende, a pesar de su ignorancia, hasta las últimas consecuencias de su enfermedad. Lo mismo podríamos decir del amor, cuántas palabras encendidas se pronuncian en la juventud (te quiero, mi vida) para entender, mucho tiempo después, que eso que nuestros mayores hacían calladamente con las manos (trabajar, cuidar) era también amar, o que amar, al final, era sobre todo eso: hacer discretamente para otro, estar para otro, poner al otro por delante de ti. Sospecho que las cosas más importantes de la vida se comprenden solo a fuerza de vivirlas. Los años van pasando y ese edificio lleno de ornamentos se va despojando de todo: caen los adornos innecesarios, se viene poco a poco abajo la fachada, colapsa la domótica. Es una erosión. La estructura va quedando al descubierto y se alcanzan a ver los cimientos y pilares que lo sostienen todo. Andaban ahí, ocultos. Esa comprensión última de lo que importa, tarda en salir a la luz. Basta escuchar a los ancianos para saber que algunos logran alcanzarla justo cuando se acercan a la oscuridad.
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Ana del Castillo
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