Secciones
Servicios
Destacamos
Comillas, Santillana del Mar, Cabárceno, Santander... eran lugares que a Marcos Mundstock le fascinaban. Se atrevió a confesar un día que no le importaría vivir en Cantabria, mientras contemplaba en una terraza palaciega el ir y venir de las gaviotas. Le gustaban el buen café, ... los buenos vinos y la charla junto al mar. Un mar que le recordaba a su Paraná natal, «ese río que es un poco más chico que su bahía».
Mis primeras conversaciones con uno de los ingenios del humor más grandes del mundo empezaron en el año 2000 cuando le hacía gracia que entre una decena de periodistas uno le preguntara insistentemente sobre Johan Sebastian Mastropiero, ese compositor ficticio obra suya en el año 1968 y para el que realizó grandes monólogos que le permitieron contar su disparatada vida (la de Mastropiero, supongo).
Apoyado en un piano del Hotel Real para la sesión de fotos previa a las funciones de 'Bromato de armonio' (primavera del año 2000, siglo XX lleno de cambalaches y humor argentino) no paraba de bromear a las doce de la mañana. Permitió ser invitado a un té -también le gustaba el té negro- e interesarse por muchas cosas del lugar: «Somos una guía de turismo andante y nos encantan las recomendaciones». Le gustaba el buen pescado, «algo que en Buenos Aires no tenemos ni en el restaurante del Centro Vasco-Francés». Sospecho que estuvo pidiendo merluza en muchos restaurantes regionales en sus giras periódicas por Cantabria.
Luego, agosto de 2007 ya en Argentina, se asombró de que entre el numeroso público asistente a una mesa redonda en el Centro Cultural Recoleta se le acercara un 'gallego' para preguntarle, cómo no, sobre los viajes de Mastropiero por la cornisa cantábrica persiguiendo animales marinos. Él era un poco su personaje: ingenioso, despistado, buscador de oportunidades de vida, un poco medio loco y otro poco loco y medio. Y siempre con esa voz de bajo con la que dominaba el escenario, la que le permitía diálogos surrealistas y desternillantes con su amigo Daniel Rabinovich. Juntos en 'Lutherapia', de visita en Santander en marzo de 2014, dieron algunos de los mejores momentos de Les Luthiers. Un humor el suyo que te lleva a pensar y sonreír largamente.
En febrero de 2017 Marcos sufrió su primera entrevista familiar. Cuatro personas, tres argentinas y tres españolas, le preguntaban de todo. Dos padres y sus dos hijas volvieron a recordarle a Mastropiero y pedirle que nos contara un chiste, este: «Son dos borrachos. Uno va diciendo que la vida es una Barca. El otro le contesta 'Hermano, ¡qué frase! ¿De quién es?'. De Calderón de la Mierda». Su despedida hace tres años fue: «No se preocupen, volveremos a Santander». No ha podido ser. Pero nos deja sus grabaciones de ese humor que el decía que «se necesita en los buenos y en los malos momentos». En eso estamos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.