Queridos carteros

En 1481, durante las guerras de Escocia se establecieron postas que se relevaban cada treinta kilómetros, lo que permitía recorrer distancias considerables en poco tiempo: fue el primer servicio postal inglés. En España funcionaron correos reales y en Barcelona, en el siglo XII, un correo civil centrado en el comercio. Correos nació como servicio público del Estado con la llegada de los Borbones, en 1716. Desde entonces, las cartas han sido parte fundamental de nuestras vidas.

Unas cartas daban y devolvían esperanzas, otras proclamaban amor. Comunicaciones de ida y vuelta, gozosas o apesadumbradas, pero siempre esperadas. Además, de las típicas multas, facturas y obligaciones de cualquier tipo. Con internet, las cartas perdieron valor. Aprendimos a escribirnos por correo electrónico, a relacionarnos mediante WhatsApp y otros sistemas similares con una rapidez pasmosa. Así, pudimos conectar sentimientos y frustraciones, pero sin facilidad para explicar con pausa nuestros sentimientos y recuerdos. Después, los carteros iniciaron una etapa menos estimulante, portando avisos oficiales, efectos comerciales o paquetes con productos comprados 'online'.

Todo esto ha cambiado radicalmente. En la reciente campaña electoral, cuando 2.471.935 ciudadanos enviaron su voto admitido a través de las oficinas postales. Y esto ha sido posible gracias a los más de 24.000 profesionales con que cuenta Correos, a los que se reforzó con otros 21.000 contratados para permitir que los votos solicitados llegaran a tiempo a las mesas electorales. El esfuerzo ha permitido que las elecciones fueran un éxito de participación, frente a insinuaciones de algún candidato que arrojó sospechas sobre el servicio, ignorando que las ganas de entregar los mensajes a tiempo ha sido una constante de los carteros. Sin ir más lejos, ahora acaban de protagonizar uno de los mejores momentos de su propia historia, y también de la historia de todos, como defensores de nuestra democracia y de nuestra convivencia.