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La muerte del mensajero a veces sale demasiado barata. Ha pasado un año, el 11 de mayo de 2022, del asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh ... a manos de las fuerzas de seguridad israelíes y todavía no se han depurado responsabilidades. No es una muerte más, es el reflejo de una terrible realidad que en este caso, además, tiene nombre de mujer.
He tenido el privilegio de poder participar en un homenaje a la periodista palestina que se ha realizado en el lugar donde fue asesinada, en Yenin (Cisjordania). Acudimos representantes del Comité Directivo de la Federación Internacional de Periodistas con el Sindicato de Periodistas Palestinos que celebraba su congreso dedicado a los periodistas mártires, que han sido más de 50 desde el año 2000 y a los que se suman los que están en prisión y sin juicio, algunos desde hace 18 años.
Además, pudimos conversar con el cámara de Al Yazeera, canal de televisión para el que trabajaba la periodista, que la acompañaba cuando fue asesinada y que también resultó herido. Explicó que cubrían la información de una redada de las fuerzas de seguridad de Israel junto a un campo de refugiados y que degeneró en enfrentamientos violentos. Sin embargo, ella y el resto de periodistas eran perfectamente identificables ya que llevaban los chalecos de prensa y el material adecuado para cubrir el evento, incluido el casco. De hecho, los compañeros de Abu Akleh afirmaron que procedieron de forma de que sus movimientos fueran visibles por las fuerzas israelíes y lejos de zonas de actividad armada palestina pero, a pesar de ello, no recibieron ninguna llamada de atención antes de que fuera alcanzada por los disparos en la cabeza, a pesar de llevar casco.
Aunque desde Israel se intentó eludir la responsabilidad, la Oficina para los Derechos Humanos de la ONU concluyó que la periodista murió por una bala israelí.
Llevar flores al lugar en el que fue disparada y compartir con sus compañeros un homenaje fue un momento duro, pero a la vez no puede por menos que llevarnos a la reflexión de lo complicada que es la tarea de los periodistas en los países en los que el conflicto forma parte del día a día. Los colegas palestinos tienen que lidiar con controles continuos de las fuerzas de seguridad de Israel, además de los problemas generales de la profesión en los que no faltan las malas condiciones laborales y, además, en el caso de las mujeres, su escasa presencia en puestos directivos.
Shireen es todo un símbolo del valor que tienen muchos profesionales en todo el mundo que se juegan la vida para hacernos llegar la realidad. Este esfuerzo a veces parece vano cuando vemos que en la sociedad algunos problemas como el palestino no parecen importar demasiado. No hablar de las situaciones difíciles no hace que desaparezcan y, desde luego, la realidad que se vive en Palestina debe ser conocida y la comunidad internacional no puede seguir mirando para otro lado. Estados Unidos tiene mucho que decir al respecto.
Por todo ello, el asesinato de Shireen Abu Akleh no puede quedar impune. En septiembre del año pasado, la FIP llevó el caso a la Corte Penal Internacional gracias al asesoramiento legal facilitado por la Unión Nacional de Periodistas de Reino Unido e Irlanda (NUJ). Esperemos que obtenga sus frutos.
La FIP –y también otras organizaciones– está realizando una importante tarea con la ONU para que el asesinato de periodistas no quede impune. Matar al mensajero no debería salir barato.
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Ana del Castillo
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