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La marimorena podría ser el título de cualquier lío a los que nos tiene acostumbrados la política. Pero en estas fechas es un «ande, ande, ande, que es la Nochebuena», porque siempre son días especiales, bien por turrones o bien por los canturrones. Siempre ... una nota y un recuerdo, siempre una melodía y un sentimiento a flor de piel. Por supuesto, no es obligado cantar porque a algunos además habría que prohibírselo por ley, pero, sin embargo, casi lo es, el oír cantar. Es bonito impregnar nuestros sentidos de canciones navideñas, probablemente las canciones clásicas más bellas y sentimentales conocidas, que además producen una atmósfera limpia, cargada de amor, que todos los años nos acompaña. Es el punto justo de echar una mirada hacia atrás, al menos desde el uno del uno del veintiuno. O bien hacia delante -'Let us face the future' (afrontemos el futuro)-, al menos hasta el veinticuatro de diciembre del veintidós como dicen los británicos en su caminar 'brexit-alocado'.
Es el momento central del año, donde desemboca la revisión de nuestras sensaciones y de todas nuestras pequeñas conquistas, también de nuestros pequeños fracasos y de nuestras misiones cumplidas. Es como la confluencia de las rías formando el estuario de nuestra espectacular bahía: la del Miera con el Cubas, la de Boo, la de Solía, la de Tijero, unas más limpias que otras y todas maravillosas y asombradoras.
Y todo sucede después de poner «orden en la sala», que nadie nos distraiga. Son días muy especiales para nosotros los cristianos y para los que no lo son, pero no se debe olvidar su significado que conmemora el nacimiento de Jesús, el más humilde y el más hermoso de los alumbramientos. Son nuestras fechas y es maravilloso compartirlo, creyentes y no creyentes, al borde de mesa de mantel bonito, el más bonito del año, en noche de paz. Las miradas de cerca, las de frente a frente con los nuestros, son fantásticas. Las otras, las de mirada lejana hacia atrás, es a veces muy triste porque tenemos sillas vacías y no hay que olvidarlo. Pero hacia delante hay que verlo también con esperanza porque ahí fuera hay gente que nos aguarda y, cuando el más joven bendiga la mesa antes de la cena para que no se pierda la tradición y cuando el más viejo emocionado lo observe, será la mejor expresión del mundo cristiano para el disfrute y para la alegría en familia. No es una fiesta, pero se le parece mucho, es una celebración entusiasmada.
Feliz Navidad entonces y próspero Año Nuevo para todos... excepto para el covid-19 ese y para la madre que lo parió.
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