Marina Vega, cazanazis
Nieves Bolado
Santander
Domingo, 14 de julio 2019, 10:18
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Nieves Bolado
Santander
Domingo, 14 de julio 2019, 10:18
El Archivo Digital de la Guerra Civil Española y la Dictadura Franquista es una iniciativa de Universidad de California – San Diego– en colaboración con distintas asociaciones cívicas, entre ellas, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Desde el verano del 2007 varios equipos ... de estudiantes de doctorado han venido grabando testimonios audiovisuales de supervivientes, víctimas de la guerra civil española y represaliados por la dictadura de Franco. Ello permitió, en 2008, conocer el relato de Marina Vega de la Iglesia, una torrelaveguense pieza clave en la Resistencia francesa, en la lucha interna antifranquista en España, y como cazadora de nazis. Fue la entrevista realizada por una doctoranda norteamericana lo que permitió que se conociera la apasionante y rocambolesca historia de esta mujer nacida en 1923 y que hasta 1937 vivió aquí con su familia. Su padre, Francisco Alberto de la Iglesia y Manteca, había nacido en Bilbao en 1888 en una familia de juristas liberales. Estudió Derecho, opositando después a registrador de la propiedad con primer destino en Castro Urdiales; su madre fue una lebaniega de familia conservadora. En Castro nació Marina, que con año y medio, vino a Torrelavega donde su padre había conseguido mejorar el destino de registrador de la propiedad. Ocupó la familia un chalé con huerta y jardín en el mismo centro de la ciudad. En la entrevista la caza nazis torrelaveguense, habló de su vida en la ciudad hasta que en 1937, con 14 años, la entrada las tropas de Franco –y la detención de su padre– la aisló en Madrid donde la adinerada familia tenía una segunda vivienda y donde se encontraba en aquel momento con su madre y el servicio doméstico. Evoca su infancia y preadolescencia en Torrelavega como «feliz y plácida».
El padre de Marina –masón– estaba afiliado al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. En 1935 fue nombrado Director General de Prisiones y fue vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, por lo que pasaba un par de semanas en Madrid y el resto del mes en Torrelavega, a donde acudía a firmar en su registro. La entrada del Ejercito de Franco en Cantabria le cogió en su despacho; fue detenido y quedó separado de su familia. Juzgado en Torrelavega –causa 571 del Consejo de Guerra Permanente, 3– fue condenado a seis años de prisión por adhesión a la rebelión, pena que cumplió en el Penal del Puerto de Santa María.
Fueron embargados sus bienes en nuestra ciudad (103.000 pesetas que valía el chalé, 840 pesetas en una cuenta corriente y 10.000 pesetas en acciones del ferrocarril Tudela-Bilbao). Además, fue desposeído definitivamente de su oposición de registrador de la propiedad. Su mujer permaneció como 'topo', escondida en un piso de Madrid, mientras que a su hija la enviaron a Francia con la familia del piloto bilbaíno Francisco Coterillo, quien fuera el primer director del Aeropuerto de Barajas, y que organizó las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE) –fundadas en 1932, por la II República–, a quien conocieron porque mantuvo operativa una línea aérea entre Madrid y Santander hasta mediados de 1937, cuando las tropas 'nacionales' se hicieron con la provincia.
La familia quedó diseminada. Al cerrar Franco la embajada francesa en España, Marina se introdujo en los ambientes clandestinos, justo en el momento en el que la Resistencia francesa estaba buscando a una mujer española –no fichada– para que pudiese moverse con libertad por el país. Comenzó a hacer todas las semanas viajes a la frontera para introducir en España documentos (cartas y dinero) y sacar gente de España. Cuando la Segunda Guerra Mundial tocó a su fin, Marina fue desmovilizada. Tras la derrota de Hitler, pasó a formar parte de los llamados Soldados sin Uniforme, cuyo trabajo consistía en buscar nazis para juzgarlos. Hubo una desbandada de colaboracionistas en España donde se sentían protegidos por Serrano Suñer especialmente. ¿Cómo les daba caza?: «Eso no tiene importancia, los metíamos en el maletero y los mandábamos para Francia para ser juzgados», explicó. Finalmente, en 1950, se instaló junto a su madre en España una vez que dio por terminados sus servicios de espía.
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