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El abrazo del jefe

Mario Cerro

Santander

Domingo, 8 de diciembre 2024, 07:32

Necesito un abrazo. Si me ve por la calle no se corte, acérquese y deme un abrazo, uno de esos liberadores de endorfinas, alentador, sentido, capaz de levantarme el ánimo. Como los que se repartieron hace unos días en Sevilla. Tranquilo, estoy bien, debe ser ... que me ablanda el alma ver tantas luces LED de colores compitiendo por las calles. Eso debe ser, sí. El caso es que me vendría bien y como veo que a los demás le funciona, no pierdo nada por intentarlo. Fíjense en el secretario general de los socialistas cántabros y analicen con detenimiento su transformación. El hombre fue a Sevilla todo alicaído, triste por su reciente derrota, pero salió del congreso de su partido exultante, alegre. Ganador. Y todo por un abrazo, el mismo que usted me puede dar a mí cuando me vea, con una notable diferencia: el que recibió él fue de su todopoderoso jefe, el alma mater, el patrón, el amo del prao... Y eso son palabras mayores. ¿Se imagina que su jefe le abrazara al llegar al trabajo? Pues a él le ha pasado, quería agradecerle lo bien que lo hace al frente del partido en Cantabria. Tan bien que hasta «te has cargado a varios consejeros del PP». Y, claro, desde ese día no ha quitado la sonrisa de la boca. ¿Ven lo que son los abrazos? Lo que hubiese dado su antes amigo y ahora adversario –hasta el domingo miembro de la Ejecutiva Federal– por uno igual. Sin embargo, no tuvo tanta suerte. Todo lo contrario. Llegó exultante, alegre y ganador y se marchó alicaído, triste y derrotado del mismo congreso. Y todo porque el gran jefe no le dio ese abrazo que también buscaba. ¡Qué injusticia! Así que no le quedó otro remedio que consolarse desempolvando del álbum de fotos de aquel momento pasado en el que también él recibió ese valioso abrazo. ¡Qué tuit más entrañable!

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