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Al compás del chacachá, del chacachá del tren...lará-lará-larala- lará-lará-lará. No sé que me pasa, pero no se me quita de ... la cabeza este estribillo, que sería incapaz, lo reconozco, de completar sin mirar en Google. Mañana, tarde y noche con el chacachá del tren. Clara-mente debería tararear por hartazgo estribillos pegajosos más modernos, pero sin pretenderlo he vuelto al pasado, allá donde los trenes se quedaron estancados, al menos en esta tierra. Y en ese viaje en el tiempo no he visto rodar ninguna cabeza, ni de «parvulillos» ni de «peces gordos». Y eso que el desastre lleva siendo mayúsculo desde hace años.
¡Todos juntos! Al compás del chacachá, del chacachá del tren, lará-lará-larala-lará-lará-lará. Y mientras el desastre iba 'in crescendo' a la par del hartazgo del viajero, el ferrocarril era –y sigue siendo– asunto estrella cada cuatro años. Sobre todo al acabar el ciclo, con las mismas promesas de siempre, repetitivas como el estribillo que me acompaña desde que hace doce días saliera a la luz la chapuza de que habían diseñado trenes que no caben por los túneles de la antigua FEVE, por lo que su llegada a Cantabria se retrasará hasta 2026.
Al compás del chacachá, del chacachá del tren. Lará-lará-larala-lará-lará-lará... Y qué disgusto tiene la ministra del área. Está tan dolida que no le importa que rueden cabezas, siempre que no sea la suya. Pero que no se preocupe nadie. Esto lo arreglan los presidentes de Cantabria y Asturias el día 20. Su inquebrantable amistad hará que Revilla y Barbón vuelvan a quedar, pero ni en Colombres, ni en Polaciones, ni en Laviana, ni en Los Machucos. Nada de fiestas. Irán de la mano a Madrid –que vayan en tren– a hablar con la ministra para solucionar el caos ferroviario, no vaya a ser que el asunto acabe salpicando a los «peces gordos». Al compás del chacachá, del chacachá del tren. Lará-lará-larala-lará-lará-lará.
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Ana del Castillo
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