Ilia Topuria y Valentín

Hijo de inmigrantes georgianos, Topuria tiene 27 años y llegó a Alicante con quince. Valentín tiene 55 años, dos hijos, cincuenta vacas de carne y treinta de leche. El hispanogeorgiano, cinturón negro de jiu-jitsu, es ahora inmensamente rico. Valentín no lo es, pero al menos su futuro está «arreglado». Sin embargo, le preocupa el de uno de sus hijos, que ha cumplido 21 y quiere seguir sus pasos en el sector. «Es muy complicado, pero le encanta esto», confiesa.

Topuria se siente feliz en esa jaula octogonal donde se encierra para darse mamporros con sus rivales. Está a gusto, confiado, seguro de sí mismo y eso se nota. El campo es la zona de confort de Valentín. Desde pequeño le ha gustado y en su tractor, que tiene «para trabajar no para ir de paseo», también es feliz.

Topuria trabaja duro en el gimnasio para cumplir su sueño y no dudará en noquear a todo aquel que se lo quiera impedir. Si no que se lo pregunten a un australiano apellidado Volkanovski al que anestesió de un certero derechazo que lo dejó en la lona. Valentín también trabaja duro en su ganadería, pero tampoco está dispuesto a que le pongan «zancadillas» a diario. Por eso está ahí, subido en el tractor, de protesta en protesta, contra la PAC, el lobo, la burocracia, el precio de la leche, etc. Por eso y porque si la cosa sigue así, vaticina que en diez años casi no quedarán ganaderos de leche.

Ilia Topuria y Valentín Saiz no se conocen de nada (supongo), pero ambos tienen una cosa en común: son dos grandes luchadores.