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Quedan 24 horas. Los principales candidatos autonómicos tienen un día entero para preparar el debate de mañana en esta casa. Ya les estoy viendo repasar las fortalezas de sus programas, subrayar los puntos débiles de los rivales y calcular el minuto de oro para que ... no se quede nada fuera del mensaje principal con el que captar a los indecisos del 28M. Lógico, se la juegan. Así que apuren, que aún tienen tiempo. Aquí hay seis atriles preparados para que los ciudadanos les vean confrontar sus ideas, cara a cara, al igual que han hecho ya los aspirantes a las Alcaldías en los debates de Torrelavega y Santander. Todo listo para que vengan, defiendan lo que tengan que defender, critiquen a quien consideren, alaben los cuatro años de gobierno o lo pongan patas arriba, argumenten, discrepen, razonen... Y así lo harán, sin hacer cálculos estratégicos en base a si conviene o no participar en el debate. Todo lo contrario, apostando por él.
Dice el periodista Manuel Campo Vidal, una voz más que autorizada, que «el político que no acude a un debate electoral paga un coste, el precio de la silla vacía». Un precio demasiado alto a cinco días de la cita con las urnas. Y es que el debate electoral «es un derecho de los ciudadanos». «El elector –apunta– tiene derecho a ver cómo se desenvuelven los candidatos en un momento de crisis creada dialécticamente porque le va a dar una idea de cómo respondería a una crisis de gobierno». Nosotros lo podremos ver mañana. Y eso hay que ponerlo en valor porque no en todas partes es posible ante la negativa de algunos candidatos a debatir. Aquí no.
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