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Europa, como el resto del mundo, ha sufrido una fuerte crisis económica como consecuencia de la pandemia de coronavirus, que iniciada en China a ... finales de 2019 se extendió por todo el planeta, cual plaga bíblica, produciendo una catástrofe cuyos efectos aún estamos lejos de conocer en toda su dimensión. Los distintos países han intentado sortear los problemas sanitarios con medidas más o menos acertadas, a la vez que trataban de minimizar los negativos efectos que las mismas producían en la economía del correspondiente país.
Italia no fue ajena a esta pandemia y por ello sufrió, como el resto de países de su entorno, las graves consecuencias que la misma ha generado. Sin embargo hay un hecho que resalta en su comportamiento, y que es causa de que nos fijemos en ella, cual es su capacidad de abordar la crisis padecida y las posibles soluciones para salir de la misma de la mejor forma posible mediante la formación de un gobierno de unidad, al frente del cual pusieron a un reconocido tecnócrata capaz de aunar voluntades de distintas sensibilidades políticas y de encauzar la gobernación del país sin los intereses partidistas, lógicos pero interesados según su orientación ideológica, de sus dirigentes políticos, pero no quedando los mismos al margen sino integrándose en el proyecto común de sacar adelante a su país en el menor tiempo posible.
Este hombre es Mario Draghi, experto economista, templado cual acero bien tratado en diversos ambientes económicos de nivel internacional, y por ello conocedor de las relaciones existentes entre política y economía, tanto en la incidencia de una sobre la otra como, y eso es fundamental, de la importancia de la adopción de las medidas precisas en el momento oportuno y con la intensidad necesaria. Así, en el recuerdo de todos quedó aquella célebre frase, pronunciada en 2012 cuando era presidente del Banco Central Europeo, de que haría «lo que haga falta», frase sencilla pero concreta que de forma certera exponía su voluntad y compromiso de adoptar, en un momento crucial como era aquel, cuantas decisiones económicas fueren menester para salvaguardar una economía, la de la Unión Europea, que hacía aguas y que amenazaba con un naufragio total.
Italia, como vemos, ha sabido, ante una crisis como la actual, dejar a un lado las diferencias e intereses de sus políticos y ha buscado a un líder, Mario Draghi, que con mano firme e ideas claras ha aunado a los principales partidos políticos de su variado arco parlamentario en un proyecto común y ha involucrado en las decisiones a adoptar a sus principales líderes. Ello le ha permitido afrontar la salida a la crisis económica que la pandemia ha generado de la mejor forma posible, siendo un ejemplo que otros países debiéramos seguir, dejando a un lado intereses partidistas, que aunque legítimos, debieran marginarse ante dificultades como las que estamos teniendo que afrontar.
Ante tal planteamiento la pregunta que surge es: ¿tenemos en España un Mario Draghi? El hombre que lo primero que hizo como primer ministro, en un intento de dar ejemplo personal, fue renunciar a su salario alegando que había ganado lo suficiente en el pasado como para poder prescindir ahora del sueldo público. Ello exigiría que el Partido Popular y el PSOE fueran capaces de ponerse de acuerdo para buscar una persona capaz de liderar durante una legislatura un proyecto político conjunto con el objetivo fundamental de superar la crisis económica y social que la pandemia ha generado, con un programa apoyado por ambos partidos que permitiese regenerar nuestra economía y reducir la enorme deuda pública que tenemos –la cual, de seguir aumentando, puede conducirnos a la quiebra tan pronto se normalice la economía europea o los intereses se disparen– así como hacer de forma conjunta las modificaciones que la Constitución precisa y la ley electoral aconseja para evitar seguir dependiendo de los partidos independentistas cuyo objetivo último es la destrucción de España.
¿Podría ser esa persona el hasta ahora presidente de Inditex, Pablo Isla? Su formación como abogado del Estado, su experiencia en la administración en la que fue, además de alto funcionario, director general de Patrimonio, y su demostrada valía como gestor en las empresas por las que ha pasado así lo avalan. ¿Sería eso posible? Seguramente no, porque ni él querría, dado que conoce bien a la actual clase política española, ni mucho menos los dirigentes de los dos principales partidos políticos tendrían la generosidad de colaborar con él, ni tampoco entre sí, para una operación de este tipo. A pesar de todo, ¿por que renunciar a soñar?
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