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Estábamos en el salón de su casa cuando Rosa María Calaf empezó a hablar del tsunami del Índico de 2004. Su casa está llena de objetos que requieren transcripción. De los 184 países en los que ha estado la reportera de TVE para informar se ... ha traído un pedazo que contiene la idiosincrasia de aquellas culturas, religiones o conocimientos. A primera vista solo son objetos, hasta que te cuenta la historia que hay detrás de cada uno. Del Índico, en cambio, se trajo un olor, el de las casas anegadas, la humedad trepando por las aletas de la nariz como penetran las marcas de lodo por las paredes. Estos días recuerdo la voz de Calaf, y no solo por el olor que desprenden las imágenes de Valencia, sino por algo que me dijo: «En tiempos de inundación, lo que más escasea es el agua potable». Cuando te has pegado media vida recorriendo el mundo para contarlo, sabes diferenciar las fuentes de los charcos, y ella no hablaba de agua, sino de información.
Ahora, cualquiera que tiene un móvil puede usarlo para 'informar' con el impudor del que escupe en la calle, sin embargo, el problema de la intoxicación que padecemos se está agravando por el desconocimiento científico que impera en la sociedad. Mientras algunos arremeten contra el cambio climático, nuestra ignorancia hace más difícil comprender lo que ha pasado, y ahí es donde se cuela la ponzoña. Si siempre ha habido gota fría en el Levante, ¿por qué ahora son más frecuentes las inundaciones? Si sabes que existen planes hidrológicos que obligan a delimitar las zonas inundables, y que tienes que construir y actuar acorde a esos mapas que te marcan los posibles riesgos, ¿por qué hay tanta vivienda en dichas zonas, por qué se no tiene más en cuenta?
En pleno siglo XXI, que un país como España se haya visto sorprendido con el agua al cuello es para colocar a algunos las orejas de burro. El problema no es de ahora. Llevamos décadas desoyendo a la naturaleza, y de paso a la ciencia, que aboga por adaptarse a los ecosistemas en vez de ocuparlos sin cabeza. Las ciudades están construidas alrededor de los ríos allá donde vayas, pero la desmesura en zonas especialmente sensibles ha sido incontenible. Ahora miramos a los científicos para entender, para ver con claridad, para curar las heridas y llorar a las víctimas, como si el dolor pudiera mitigarse con explicaciones cuando es imposible. A esos mismos científicos que, dicho sea de paso, a menudo tenemos conminados a investigar con contados recursos, les pedimos ahora que nos den soluciones, nos expliquen qué ha pasado, si va a volver a pasar, si mi casa está a salvo. Ellos son la fuente, no beban del charco.
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