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En la línea de autobús que llegaba hasta El Sardinero, a su paso por el centro se subieron varios chicos. Viajaban de pie, como muchos pasajeros. Uno de ellos se quitó la mochila y la hacerlo golpeó al hombre que tenía al lado. Al cabo ... de un rato, con la barra superior a la que te agarras para no caerte, empezó a hacer 'dominadas' como si fuera un murciélago. Yo era pequeña, y recuerdo que pensé que aquel chico quería ser Batman, que su cuerpo y agilidad le hacían un héroe distinto a la horda de cuerpos blandos y convencionales cubiertos de poliéster y algodón, tan comunes en esa simetría estética de autobús municipal playero. El hombre que había sufrido el 'mochilazo' recibió después varios roces con las rodillas del Batman al subir y bajar de la barra, hasta que en una de esas flexiones, envidiables por cierto, le golpeó y le hizo caer.
En ese momento, podían haber pasado dos cosas: que el conductor la tomara con el de los abdominales, o que el hombre le encarara en respuesta a todo. Pero no. Ninguna de esas dos cosas pasaron. El gañán se enzarzó con un amigo que le recriminó su comportamiento. Al final, de una u otra manera, la agresión estaba por pasar, pero ¿por qué se veía venir?
Las agresiones son algo más que una demostración de fuerza, me imagino que es un exorcismo para algunos cuando sacan la rabia que sienten hacia sí mismos y la arrojan contra otros. Me pregunto qué pensará ese hombre cada vez que vuelve a subirse a un autobús, como también me pregunto por el médico y el celador del centro de salud de Los Castros que recibieron la paliza de un paciente que no podía soportar la realidad. Un follón que empezó por algo tan prosaico como que allí no podían atenderle al pertenecer a otra área de salud, y al no ser urgente, le pedían que acudiera a su zona.
Ahora hemos sabido que el Colegio de Médicos pide 12 años de cárcel por una agresión que ha dejado en el médico secuelas como una dificultad clínica para relacionarse con los demás o para dormir, así como la pérdida de un 50% de visión de un ojo. Supongo que aquel paciente se creería una especie de Batman y se sentiría en su derecho de arreglar las injusticias como un justiciero, pero por mucho que el personal sanitario haga cosas de superhéroes, solo son hombres y mujeres que dan la cara por nosotros. Sobra decir que echamos a Batman de aquel autobús.
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