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Cuando juntas dos palabras que no tienen nada que ver entre sí, se genera una descarga eléctrica como si rozaras dos cables pelados entre tus ... sienes. Es un juego poético el oxímoron, también una herramienta política, con expresiones como crecimiento negativo, tolerancia cero, realidad virtual o ruido silencioso. Sin embargo, el otro día, ese juego de significados se transformó en otra cosa cuando pasé por delante del teatro de mi ciudad y vi proyectado en la pared el anuncio del próximo estreno: 'Música para Hitler' se leía en una superficie de varios metros cuadrados de la fachada. ¿Eso era un oxímoron, una paradoja o una provocación?
No sé en qué momento hemos asumido que tener sensibilidad cultural te exime de ser un desgraciado, pero cuando leí esas palabras sucedió ese algo eléctrico por dentro. Ya se sabe que Hitler quería ser pintor, que amaba el arte y que ojalá le hubieran aceptado en la Academia de Viena donde fue rechazado, pero ante el cartel de la obra de teatro me pregunté qué harían los músicos que les tocó expresarse ante el auge del nazismo, cómo fue componer, actuar y ser ellos mismos mientras crecía el fascismo en las instituciones europeas. Así que fui a verla.
'Música para Hitler' cuenta un episodio muy concreto de la vida del violonchelista español Pau Casals. Exiliado en el pueblo francés de Prades tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, Casals era entonces de los mejores chelistas del mundo. Tras numerosas giras por Europa y Estados Unidos, ya no tocaba porque su música, decía, era una banalidad entre tanto sufrimiento. Todo cambia cuando recibe la visita de un oficial nazi en su casa: Hitler reclama su presencia para que dirija e interprete a Bach en un concierto en Berlín.
¿Qué es un músico que no toca, el silencio puede hacerle libre? A pesar de lo que se jugaba, la vida sobre todo, Casals dijo que no: se negó por principios a tocar ante el Führer.
En el escenario, Pau Casals (interpretado de forma genial por Carlos Hipólito) nos interpela para cuestionarnos el margen que tenemos para disentir ante las tiranías contemporáneas, ¿a qué nos estamos negando nosotros, salvo a aplaudir? Lo que no sale en la obra es que Casals acabó tocando en las Naciones Unidas, que fue nominado al Nobel de la Paz, y que también se había negado a tocar en Rusia tras la Revolución de 1917, argumentando que nunca actuaría donde no hubiera libertad. Quizá por esa disidencia, cuando lo escuchas hoy en día es posible sentir que estás negándote a aceptar el ruido. Hagan la prueba, busquen sus suites de Bach y den al play. Era el mejor interpretando al alemán, y Hitler lo sabía. Qué oxímoron, qué paradoja, qué provocación.
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