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A veces es una piedra. Otras, una concha de la playa. Puede ser un posavasos donde se lea la dirección del bar donde brindasteis. Las zapatillas del hotel con el logo impreso, el albornoz. Un vaso serigrafiado. Una flor de un jardín privado que metes ... entre las páginas de un libro. Un póster de la sala de conciertos. El adorno de cristal que ponen en los cócteles. La manta del avión. Una servilleta bordada. Nos llevamos pedazos de lugares donde hemos estado como si pudiéramos construir una catedral doméstica con las impresiones que nos causan, pero ahora que se han llevado el cartel de Jack Daniel's del mítico bar de San Martín, me pregunto qué se quería llevar en realidad quien lo ha arrancado de la fachada donde lucía como un emblema.
A la vuelta de un viaje o de un día en la playa o de una quedada en la que te lo has pasado rematadamente bien, a veces te traes objetos que luego en casa, bajo la luz cotidiana, recuperan enseguida su verdadera cualidad inerte. Es como ir a Ikea y comprar un mueble que ves expuesto, pero que luego lo montas tú en tu casa y es el mismo, pero no. En casa, la narrativa doméstica tiende a igualar lo extraordinario que tiene lo de fuera afuera, y un cartel como el del Bar Soto, que llevaba ahí casi cuarenta años, tenía precisamente su valor en el exterior, en lo que aportaba ante una fachada como la del Palacio de Festivales.
Entre el vandalismo y el fetichismo, aún no sabemos qué ha pasado, pero detrás del detalle de arrancar un cartel está también la virtud que tenemos de arrancar los hitos de nuestros paisajes. Desde hace años, el proyecto Santatipo se encarga de que el desmontaje de nuestra memoria colectiva sea menos doloso al salvaguardar las tipografías que nos han interpelado en Santander cada vez que cierra una tienda o se traspasa un local: de alguna manera, con su labor, nos guarda un poco a todos. Ojalá quien tenga ese cartel también nos tenga a todos los que pasamos algún día por el Soto metidos en su casa, o en su local, o en su garaje; ojalá estemos haciendo mucho ruido, fastidiándole el sonido de su catedral doméstica.
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