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Llevo un tiempo preguntándome cómo hizo la tenista cántabra Cristina Bucsa para dormir el día que ganó la final de dobles femenino del Mutua Madrid Open. Nunca una pareja de españolas había logrado ese título, y así posaban, con las bandejas de plata sobre sus ... piernas como si fueran la hostia consagrada a un dios enorme y caprichoso. Y digo caprichoso porque aunque a ese dios se le reza en todos los deportes, en el tenis sobremanera ya que es de impulsos poco previsibles cuando hay una red por medio: se le puede poner uno a su favor entrenando a todo lo que da el cuerpo y la mente, pero en la raqueta, como en tantas cosas, a veces no es suficiente con seguir hacia delante y sudar.
Cristina Bucsa y Sara Sorribes se habían quedado sin sus respectivas parejas, y tan solo cinco minutos antes de que se cerrara el plazo de inscripción al Open de Madrid, decidieron apuntarse juntas. Aprendieron a ser compañeras sobre la cancha, mientras la pelota iba y venía hasta ganar a todas las parejas que sí que habían entrenado para serlo. Es lo que tiene el tenis, que cada punto es lo suficientemente impredecible como para percibir en cada golpe lo cerca o lejos que estamos de nuestra mejor versión. Quizá sea por la quietud, por la elegancia, por el sonido percutivo que te adormece hasta aniquilarte de un revés, pero cuando veo la pelota sobrevolar la red, algo en el tiempo se ralentiza y de pronto entiendes.
Pienso en las películas 'Match Point', de Woody Allen, 'El método Williams', de Reinaldo Marcus Green, o 'Rivales' (en cartelera) de Luca Guadagnino; pienso en 'Open', la biografía de André Agassi que narra la lucha mental a la que se enfrentó el tenista norteamericano para sobrevivir a un padre obsesionado con transformarlo en campeón; pienso en el libro 'Nocturno de tenis', en el que Luis Torres de la Osa cuenta cómo de ser una prometedora estrella de la raqueta acabó tomando otro camino. Es como si la paciencia de este deporte, repetitivo como los días, los horarios, los turnos, las horas, nos advirtiera de que nuestra mejor versión a veces es cuestión de tiempo si uno tiene la resistencia para enfrentarlo. Por eso me pregunto cómo durmió la tenista de Torrelavega después de toda una vida entrenando, porque yo, desde que ha ganado Cristina Bucsa, no dejo de pensar en el valor que tienen cinco minutos.
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