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Uno piensa en Javier Milei y siente que le queda lejos lo que pueda suceder en el gigantesco país que es Argentina. Océano mediante, ¿qué tiene que ver el Obelisco de Buenos Aires con la estatua de Velarde en la Plaza de Alfonso XIII, o ... Farolas? ¿Acaso Calafate y sus glaciares tienen remotamente algo en común con los neveros que se forman en la primera pala del Castro, en Brañavieja? No, claro que no, ni nuestra inflación roza el alarmante nivel de la suya, ni tampoco es equiparable la pobreza de una buena parte de la población que requiere de ayudas del Estado. Tanto nos diferenciamos, verdad, que allí ahora están en verano y nosotros paseamos por La Porticada con un cono de castañas templadas en las manos, separando peladuras que te ponen los dedos grises.
Lo de allí es suyo, salvo cuando es bueno, tipo Messi y su Mundial. Nosotros votamos con una exquisita cultura política, no como ellos que han votado a un tipo al que medio mundo teme y el otro medio ve como una nueva esperanza, algo así como un 'jedi' que viene a restablecer el equilibrio que la izquierda ha destrozado a golpe de hoz y espadas láser. Ese es Milei, el que este martes dijo «vamos a acabar con los privilegios» al asumir la Presidencia de un país que nos empeñamos en mirar de lejos, aunque estemos sin embargo cada vez más cerca. O es que acaso aquí, en este lado del Atlántico, tenemos claro qué es un privilegio y qué un derecho… ¿estaríamos todos de acuerdo si tuviéramos que definirlos?, ¿sabemos diferenciar cuándo el gasto público es una inversión y cuándo un derroche?, ¿lo sabemos cuando apagamos compulsivamente las luces de casa mientras afuera paseamos con la mano de visera por la noche?
La democracia y su ironía siempre nos coge desprevenidos, pero como esta vez nos pilla a 11.000 kilómetros de distancia, da la sensación de que Milei y las medidas contra la inflación que trae consigo no van con nosotros, que vamos con la cabeza bien alta afrontando un gasto inconmensurable para celebrar la Navidad o buscando el pico del árbol más alto de Europa, mientras fabricamos nuevos trenes porque los primeros que hicimos no eran lo suficientemente 'chiquitos'. Qué lejos está Milei y qué cerca está la opción de que la democracia algún día nos coja bien cogidos, como dicen los argen-tinos.
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