Secciones
Servicios
Destacamos
A veces me han dicho que a mis textos les falta colmillo, y subo los hombros y doy a continuación la misma respuesta: que si solo tuviéramos colmillos seríamos otra especie. Tienes que hacer sangre, morder, insisten, así que les sonrío por si acaso no ... han entendido la analogía. ¿Se imaginan tener solo colmillos en la boca? Esa perversión biológica nos habría hecho evolucionar hacia un homínido que solo es capaz de rasgar, en vez de masticar despacio para asumir y extraer todos los sabores que la naturaleza nos ha puesto delante. Saborear es un lujo que tenemos desde que comprendimos que no hay un depredador a punto de saltarnos encima, y en eso pensé la pasada Nochebuena cuando el Rey apeló en su discurso a buscar el entendimiento: no sé a ustedes, pero a mí andar por la vida entre colmillos afilados y brillantes, entre bocas orgullosas de lucir sus armas cánidas, ha acabado por resultarme absolutamente estomagante.
Ahora que despedimos el año, que deberíamos de estar haciendo acopio de lo bueno que nos ha pasado para enfilar 2025, me acuerdo de Fernando Aramburu, el genial novelista de 'Patria', que hace un par de meses dejó de publicar sus columnas en el periódico El País. No mucho después, Paul Krugman, otra gran firma del diario The New York Times, se apartaba del columnismo tras 25 años con el texto titulado: 'Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento'. ¿Qué interpretan de ambas salidas? ¿Acaso los medios no reproducen lo que sucede en nuestras casas, en los bares, en la cola del supermercado, en los colegios de nuestros hijos? Puedes ser analista económico como Krugman y advertir del precio del populismo, o puedes ser un ama de casa de Carabanchel capaz de multiplicar los panes y los peces, pero si algo hemos aprendido este año en España es el valor del bien común: la respuesta social ante la dana de Valencia es para mí el mensaje del año.
Se acaba 2024, pero sigo creyendo que este periódico que sostienen aún puede ser la mejor defensa contra el silencio que acarrea estar metidos en nuestras cuevas respectivas. Hay un cansancio superlativo en torno a la confrontación y me pregunto qué diría Platón si nos viera atizándonos entre las sombras de nuestras propias ideas. Quizá haya quien vea en la actitud conciliadora del Rey una señal de que no tiene colmillos, pero yo he agradecido el tirón de orejas colectivo que su mensaje ha dado a todos; a la propia Corona, a jueces, a tenderos, a portavoces, a jubilados, a periodistas, a asalariados, a los ínclitos de San Jerónimo, a mí, a usted: más que acabar con la diversidad de opiniones, hay mensajes que nos recuerdan que tenemos más dientes que colmillos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.