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Allá por marzo de 2024, el escritor Álvaro Pombo recibió la distinción de Cántabro del Año que entrega este periódico en su gala del Anuario. El académico tiene a estas alturas los premios nacionales de la Crítica y de Narrativa, tiene el Planeta y ... el Nadal, tiene el Premio Menéndez Pelayo, pero aquel día, cuando se subió al escenario del Palacio de Exposiciones de Santander, sumó un reconocimiento que le entregaban los suyos, sus paisanos, y su discurso, plagado de ironía e inteligencia, evidenció por qué es uno de los mejores escritores en lengua castellana. Me sentí orgullosa de que fuera cántabro. Meses después ganó el Premio Cervantes, y la cultura de la región, es decir usted, yo, su amiga de la infancia, el compañero de trabajo con el que toma café, la profesora de sus hijos, el entrenador, todos los cántabros ganamos ese día aunque no tengamos ni una ínfima parte de su talento: ese día, cuando las noticias de todo el país anunciaron el máximo reconocimiento al novelista santanderino, el destello iluminó también nuestras mesas, incluso aquellas en las que no hay libros.
Ahora sabemos que Cantabria ha dado un paso más en este sentido. La presidenta anunció el pasado miércoles que le van a entregar la Medalla de Oro de la comunidad. Qué merecido. Sin embargo, ese mismo día nos habíamos enterado del fichaje para la Sociedad Regional de Cultura de la exdirectora de Cabárceno, a quien el Gobierno recolocaba ahí tras su polémica salida del parque. La curiosa coincidencia de ambas noticias el mismo día refleja algo evidente, además de una puntería colosal para informar sobre los movimientos en esta área: Pombo se merece todos los honores por cada palabra que ha legado a nuestro patrimonio, de la misma manera que la cultura se merece de un cuidado que va más allá de afiliaciones o sillones vacantes; porque aunque muchos sigan midiendo la región solo por su PIB o por las cifras de turistas que recibe, nuestra riqueza también está en el número de artistas, músicos, escritores, fotógrafos, actores, dramaturgos, ensayistas, diseñadores, bailarines, directores de cine, que surgen aquí, en este suelo. Y los creadores no brotan de la nada, no son una flor que aparece de repente entre el cemento, sino que son la consecuencia de acciones públicas y privadas sostenidas en el tiempo para abonar el sustrato. Pombo ha hecho su parte. Les toca a los recién llegados hacer la suya.
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