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Hay algo preocupante en la polémica que ha salpicado a la Universidad de Cantabria estos días. Los tuits que algunos miembros del Consejo de ... Estudiantes han vertido en la red social X son de un gusto pésimo, pero lo preocupante no es solo su criterio estético y ético a la hora de expresar libremente su opinión, sino que precisamente donde uno presupone cierta inclinación hacia el pensamiento y la reflexión, hacia la crítica razonada y la búsqueda de conocimiento, de inspiración, de referentes y referencias, se dé esta retórica de tarifa plana. Disculpen mi idealismo, pero que una cuenta ligada a una institución que admiras y respetas sea noticia por una expresión de pensamiento tan zafia provoca malestar, y no solo porque refleja un mal endémico de nuestro tiempo como es usar las redes de vertedero, sino porque, si quieres insultar, hazlo con galones, como hacía Quevedo, que para algo ocupas asientos de aulas que se dicen magnas.
Los autores de estos tuits están en plena campaña para la renovación del Consejo y la destinataria de los mensajes era otra candidata, pero también otros políticos que les llamaban la atención ante sus salidas de tono. Aunque en la intimidad del pensamiento uno puede opinar lo que le dé la gana, hacerlo en voz alta conlleva ser capaz de defender el argumento que lo sostiene, y en esos mensajes, más que argumentos, se ven prejuicios y opiniones sobre cuestiones que nada tienen que ver con el objetivo de las siglas que representan. ¿Les resulta familiar? ¿Acaso es el reflejo de una retórica política que lleva años instalada en el riquísimo debate del y tú más, del combate personal en vez de la discusión de las ideas?
El debate político es un juego de niños acostumbrados a salirse con la suya, y lo preocupante no está solo en los bochornosos discursos que se ven desde ciertas tribunas o en la estridencia de ciertas declaraciones, sino que los niños aprenden jugando. Llámenme idealista, pero en este juego, si no tiramos desde este lado de la cuerda nos van a arrastrar los que tiran del otro lado. Y no quiero pensar en lo que perdemos como sociedad si al final gana la fuerza bruta.
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