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Escoja un escudo
No sé de qué nos salvaba la raqueta de Nadal, quizá de la publicidad de las marquesinas
Marta San Miguel
Lunes, 17 de febrero 2025, 00:00
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Marta San Miguel
Lunes, 17 de febrero 2025, 00:00
El puño es tan grande que tardo en darme cuenta de lo que realmente tengo delante: los dedos cerrados de un monstruo rojo que ocupan ... toda la marquesina del autobús. No juzgo la calidad del marketing que envuelve la promoción de una película, pero me quedo un rato mirando la escena porque es colosal y, a la vez, esperpéntica. El puño trata de aplastar a un tipo vestido con traje de superhéroe (malla roja y azul), pero un escudo lo protege y frena el impacto: ahí debajo está el nuevo Capitán América, y el puño es la parte del cuerpo mutado en monstruo de Harrison Ford, el actor que hace de presidente de los Estados Unidos, trasmutado en un ser rojo destructivo y enorme, en la nueva película de superhéroes de Marvel.
Poco se habla de la publicidad en la periferia de cualquier ciudad de provincias; a mí me pasó en un barrio de Santander, pero hagan lo propio en la suya, fíjense en la torsión que sufren términos como lujo o distinción o heroicidad en ciertos entornos, porque lo que vemos mientras se concreta nuestra rutina es una fantasía comparable al trote de Rocinante.
Estoy en el coche con los cuatro intermitentes puestos, escuchando el boletín de las cinco en la radio, con sus noticias y actualizaciones y cortes de voz en los que asimilas el siguiente sinsentido nacional o internacional; los intermitentes suenan como una exclamación del tiempo que nos ha tocado vivir y supongo que por eso no dejo de mirar el puño rojo. Me pregunto qué necesidad tenemos de crear una y otra vez héroes que vengan a salvarnos, si acaso no es porque nos hemos creído que estamos en peligro. ¿Lo estamos? En esa marquesina donde hace no tanto Julia Roberts me sonreía porque llevaba un perfume que debía oler a nenúfar y no a tubo de escape, está ahora el sentido mesiánico del salvador.
El boletín pasa a la información de deportes y en la radio de mi coche suena entonces Rafa Nadal. Ese día, el Comité Olímpico Español le ha rendido un homenaje a toda su carrera y en las declaraciones le escucho decir: «No he vuelto a coger una raqueta. Se necesita un tiempo de desconexión, pero volveré a cogerla seguro», y enseguida miro el escudo del Capitán América y pienso en cuánto debe de costar dejar de ser el héroe en el que le hemos convertido. No sé de qué nos salvaban sus partidos, quizá de las marquesinas. Pero ahora que nos asomamos a una histeria colectiva en forma de decreto ómnibus, de salarios mínimos que pagan IRPF, de actrices trans que también son fachas o de una guerra mundial arancelaria, ahora que da miedo poner la radio una tarde cualquiera, me pregunto qué raqueta nos inventaremos contra el puño que amenaza con aplastarnos.
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Ana del Castillo
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