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Es posible saber cuándo va a romper una ola. Solo has de tener la costumbre de bañarte en aguas bravas para anticipar la caída del agua y decidir, en décimas de segundo, si te da tiempo a pasarla por encima, o pasar por debajo como ... un delfín a pesar de la endeble cinturilla del bañador. Te pasa entonces el agua, o pasas tú por ella, y te quedas mirando el mar, obnubilado, y pensando si sabrás pasar a tiempo la siguiente vez que venga una ola a por ti. Porque es así: en el instante en el que está la ola sucediendo es cuando debes decidir, no antes ni tampoco después, cuando sea demasiado tarde y la gomilla del bañador esté rondándote las rodillas, que a todos nos ha pasado.
El instante en el que suceden las cosas que te marcan también es el instante en el que estás asomado a la barandilla de la Península de La Magdalena en pleno temporal. Estás ahí, viendo ese mar bravo, con Mónica agitando las aguas como si batiera los huevos de una tortilla, y tú con el móvil en la mano, la que no tienes resguardada en el abrigo porque el frío es tal que hasta te tirita la nariz, ni el moquillo sientes, el viento te ha dormido la sensibilidad, pero ante ti está el mar, su pasión y la que despierta en ti, a rugidos tan altos que tienes que gritar para indicar dónde ponerte en la foto, de fondo el tapiz insuperable de fuerza y brutalidad que es imposible dejar de mirar, aunque estés en pleno invierno y en alerta por vientos racheados, mareas incomprensibles y aguaceros que podrían hacer flotar las naves de Vital Alsar de nuevo.
No es una cuestión ancestral sino evolutiva lo que te empuja a asomarte hacia el sabor de la sal que se te pega en los labios, y quieres acercarte más y por eso te acercas, para que la foto sea superlativa como el temporal que atiza Cantabria y deja a los camiones parados en la A-67, a los aviones desviados y a los trenes un poco más como siempre, trastabillados con lo mismo. ¿Cuándo disparo la foto?, te preguntas junto a otros que están al acecho del click colosal ante el espectáculo del Abra del Sardinero porque no sabéis cuándo rompe una ola desde la barandilla, pero aun así queréis verla bien de cerca, tan de cerca que al final sois parte de la imagen viral que circula por las redes sociales cuando el agua se desborda. Ahí estás, empapado a su merced, con el agua por las rodillas y la ropa puesta aunque te sientas desnudo. Eso sí, con foto, aunque casi no lo cuentes.
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