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Aveces una frase se me queda pegada en la solapa del abrigo como si fuera un pin y voy con ella a todas partes. Supongo que los demás no la ven, porque me dirían algo, pero no lo dicen. Y sin embargo yo la veo, ... la enfrento y dejo que me diga todo lo que tiene que decir, sobre todo si la actualidad está gritando, como sucedió este fin de semana. Cuando saltó la noticia de la muerte de un joven de 21 años por una paliza en la estación de tren de Boo de Piélagos, acababa de empezar a leer un libro, y lo que era un día normal, dejó de serlo.
Quizá por la cercanía de la localidad, por la empatía, o por pura y simple humanidad, ante una noticia de esa violencia uno puede tener la reacción de llevarse las manos a la cabeza y maldecir; puede pensar en esa madre, en esa familia y llorar; puedes también asustarte; puedes pensar en los tuyos y temer lo cerca que estamos todos de que algo salga mal por la mínima, o puedes buscar más información para comprender qué ha pasado, que es la única manera de calmar el terror que provoca una muerte causada por la violencia desmedida o la pérdida del control. Yo opté por todas esas reacciones. Y después, por agarrarme al libro que estaba leyendo.
Acababa de empezar 'Ya sentarás cabeza', de Ignacio Peyró, cuando al retomar la lectura leí esta frase: «Para que el mal triunfe, solo es necesario que los buenos no hagan nada», dice Peyró citando a Burke, filósofo irlandés. Tuve que leer la frase varias veces, como si el escritor supiera lo que acababa de pasar en Cantabria, lo que es no solo estúpido sino improbable, pero la coincidencia me clavó la frase en la solapa, en la frente y en la sien. Sé que el mal es parte de nuestra historia, que liarse a puñetazos es una opción a la que te enfrentas si tienes la mala suerte de cruzarte con la persona equivocada, sé que el azar puede ser más cruel que el más cruel de los humanos, pero como sociedad nos debería de quedar la duda de si podremos evitar más andenes con sangre. Ahí les dejo la frase, miren cada día sus solapas.
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