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La máquina de demolición despliega el brazo hidráulico y con sus garras abraza la palmera del jardín. Al crujir, no imaginen el estruendo que haría un árbol colosal; más bien es como aplastar un arándano con los dedos, o pelar un plátano, o cascar la ... superficie de una crema catalana. Así es como la máquina de demolición revienta el árbol o los vanos de la puerta o el tejado, así caen una por una las casas de Cerrias II, en Piélagos, condenadas a la desaparición por una sentencia de derribo que se dictó sobre ellas hace más de 25 años y que ha empezado esta semana.

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