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Había algo antiguo en la puerta de la Filmoteca de Cantabria, como esas escenas de las películas en blanco y negro cuando en un plano fijo entran y salen personajes secundarios. Todos íbamos a lo mismo, pero en ese plano fijo de Bonifaz cada uno ... estaba allí por distintos motivos como si fuéramos secundarios de películas diferentes; unos habían ido por amistad con el director del cortometraje que se estrenaba, 'Viajeros', de José Carlos Rojo, redactor de este periódico; otros, por el vínculo con los actores, ya fueran profesionales o amateurs, o por el vínculo con el director de arte, o con los músicos que habían puesto la banda sonora a la pieza de 16 minutos que estábamos a punto de ver, y de paso su concierto. Por esa razón, en las butacas había actores, periodistas, escritores, músicos, un epidemiólogo, niños, profesores de universidad, cantantes. Lo dicho, secundarios de distintas películas.
Tras la presentación, las luces se apagaron en lo que hace tanto fue el cine Bonifaz y la proyección nos llevó a todos a lo mismo; a la historia de una distopía poscovid filmada en escenarios fácilmente reconocibles al principio, hasta que te dejabas llevar y te olvidabas de que en pantalla salían las Dunas de Liencres, o Parayas, o el carrusel de los Jardines de Pereda, en Santander. Te olvidabas, sobre todo, tras haber escuchado las palabras que había dicho su director en la presentación, que todo ese trabajo se había hecho sin presupuesto sino con ganas, por el placer de crear, algo que para muchos es una boutade pero que, a estas alturas y latitudes de la política cultural, es la realidad, con lo bello y lo terrible que eso conlleva.
Algunos dirán que es que los del cine son unos subvencionados. Ladran, Sancho, diremos los que actuamos esa tarde de secundarios en Bonifaz, donde además de un cortometraje lo que vimos pasar por delante de nuestras narices fue el talento y la capacidad que hay en esta región para crear cultura, es decir, para vincular a un grupo de música como Chebú con las historias de ficción de un periodista, con actores de teatro que debutan ante la cámara para declamar qué sería del mundo sin el contacto entre unos y otros, con directores de fotografía que te pintan Santander que ni el viento sur. Ladran, Sancho, señal que cabalgamos, aunque a los caballos en esta región sigan sin ponerles herraduras.
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