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Las imágenes de Notre Dame restaurada, con su piedra de nuevo clara, su aguja erguida y sus bóvedas son en realidad la metáfora de algo mucho más prosaico y a la vez mezquino: ante las grandes tragedias colectivas nos volvemos eficientes, efectivos e inapelables como ... una ley de física newtoniana. En cinco años, Francia ha devuelto el esplendor a su símbolo y este gesto llega cuando más falta le hace al país, inmerso en una crisis de Estado al haber caído su presidente, elegido hace solo tres meses, tras una moción de censura. Bajo la imponencia de la catedral, sin embargo, la unión era posible, y políticos galos y los de medio mundo aparecieron juntos como celebrando una idea superior y colectiva de la que se hacían responsables.
En los lugares emblemáticos hay algo que nos hace potencialmente mejores. Es como si al acceder, por ejemplo, al Museo de Altamira, la Neocueva te inspirase a no ser mediocre, conformista, vago o protestón, sino todo lo contrario, un ciudadano poseedor de una cualidad similar a la grandeur gala. Algo así me sucede cada vez que entro en el Palacio de La Magdalena, ya sea a un congreso, a una boda o a una rueda de prensa. Haber convivido durante veranos con excelentes científicos, políticos (sí, los hubo), artistas o escritores que deambulaban por las aulas entonces repletas de la UIMP hace que, hoy en día, sea inevitable cruzarte con el fantasma de todo ese esplendor que nos precede.
Me pregunto si los presidentes autonómicos presentirán este viernes en sus pasillos la estela de Ernest Lluch, de Jorge Semprún, de Margarita Salas, de Ana María Matute, de Bertrand Russell, de Jorge Luis Borges o de Pilar Miró, por citar algunos; me pregunto si los cargos públicos que se sienten en alguna de esas salas donde se erigían catedrales al hablar serán capaces de unirse para restaurar lo que está ardiendo en nuestro día a día. ¿Celebrarán una idea superior y colectiva cuando aborden la vivienda, la sanidad, la financiación autonómica o la inmigración? De un pacto de estado por la Educación si eso hablamos otro día, porque este viernes, aunque sean aulas, el Palacio de la Magdalena va a ser un edificio lleno de humo.
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