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Siempre que anuncian la clausura de una exposición temporal, me acuerdo del poeta Jaime Gil de Biedma cuando dice en sus versos: «Que la vida ... iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde, como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante».
¿Cuándo fue la última vez que entraron a ver una exposición? Supongo que a los asiduos a las páginas de Cultura de este periódico se les amontonen las respuestas, pero para algunos, la intención de entrar en una sala, pronosticar la vista, adecuarla a las rutinas propias y horarios ajenos, es una rareza. Hasta el punto de que las exposiciones se convierten en ese paisaje de fondo que nos acompaña con cartelería urbana y avisos en las redes sociales, con alarmas en el teléfono en el mejor de los casos, avisos y llamadas de atención que, en algún momento, habremos de atender si la rutina nos deja. Hay especialistas en asistir a todas las inauguraciones, ¿pero qué hacemos los que somos especialistas en llegar al borde del silbato final de las clausuras?
Esta semana se clausura la exposición del artista japonés Shimabuku en el Centro Botín, y en apenas diez días, se clausura también la propuesta de fotografía de Chema Madoz en las Naves de Gamazo. Llevan meses a nuestra disposición, pero es cuando apremia la fecha inminente cuando a los rezagados nos da por agendarlo. Siempre me carcome esa noción de la oportunidad tendida y no atendida, por eso, ante el tiempo de descuento que marca el final de las exposiciones, me recito eso de que la vida iba en serio. Porque la vida va en serio cuando te plantas ante una fotografía en blanco y negro de Madoz en la que un piano muestra un tablero de ajedrez en vez de una partitura, o un muro de ladrillos con tiradores de cajones engarzados, o una nube encerrada en una jaula de pájaros, o tres hielos formando un podio que se está deshaciendo, o una fusta dibujando una clave de sol, o una bandera hecha con una red metálica. Es todo una metáfora, un trampantojo, un juego, y sin embargo, va en serio. Así que vayan. Vayan a ver las fotos, vean también las instalaciones de 'Pulpo, cítrico, humano' del Centro Botín: vayan para que envejecer no sea el único argumento de la obra, como dice Gil de Biedma.
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