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El atasco medía ya más de tres kilómetros, según dijo la radio en el boletín justo cuando nos acercábamos a las luces azules de la policía. Las mirábamos como si fueran un faro: una vez ahí, pasaremos al lado de lo que ha provocado la ... retención y podremos circular con normalidad. Dos coches estaban involucrados en el golpe. Apenas había sido un roce y solo estaba afectada la chapa; los conductores con sus chalecos charlaban a la espera de las grúas, y aunque los dos carriles estaban liberados al tráfico, el tapón que generó ese alcance fue de proporciones bíblicas a causa del efecto mirón. Este efecto es un clásico entre los conductores: reducen la velocidad al pasar cerca de un accidente para ver qué ha pasado, esa lentitud progresiva provoca que los coches de detrás tengan que frenar a su vez, hasta que uno no puede avanzar y se detiene. Y ahí empieza el follón.
¿Qué esperamos ver cuando miramos por la ventanilla y al otro lado hay un accidente? Llámalo morbo o curiosidad, pero cuando lo dejamos atrás, sea lo que sea lo que hemos visto, lo olvidamos al dar la siguiente rotonda o a llegar a nuestro destino, en el mejor de los casos. Tenemos la empatía de mecha corta. Me pregunto si acaso no estamos haciendo lo mismo cuando nos llegan las imágenes de las guerras con las que convivimos, o las del cuerpo de la mujer acuchillada por su exmarido este fin de semana en Getafe o la del árbol caído sobre una joven de 23 años. No sé qué esperamos ver cuando hacemos 'scroll' ante fotografías a plena resolución de cadáveres de niños que aún tienen los ojos abiertos, porque todos frenamos para mirar, aunque sea de lado; empatizamos, temblamos, pero al final, acabamos acelerando después de generar un confuso tapón de emociones, algo ajeno que no viaja con nosotros.
Estamos retenidos en nuestra propia incapacidad como especie y por mucho que se interpele a nuestra conciencia con coberturas, datos, análisis e informaciones, cada mañana, cuando abro los periódico y me encuentro la nueva atrocidad cometida por las bombas en Gaza en imágenes superlativas, sé que algún día dejaremos de mirar la actualidad, que pasaremos de largo y la dejaremos ahí, a un lado de nuestra vía rápida, como hemos hecho con la guerra de Ucrania, que sigue emitiendo columnas de humo y apenas las olemos. Ahora hay columnas más altas ante nosotros y las miramos como a las luces de la policía; y nos acercamos a ellas, para ver qué pasa, nos apiadamos ante la catástrofe desde la seguridad de nuestro asiento, confiamos en que alguien se encargará de arreglarlo mientras aceleramos, alejándonos, una y otra vez, del horror.
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