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Esta historia del pescador islandés es real. Tan real como la de la niña de 11 años que pasó tres días a la deriva en el Mediterráneo tras hundirse la patera en la que viajaba desde Túnez con 45 personas: todos murieron salvo ella. Sucedió ... la semana pasada. Lo del islandés, en 1984. Fridporsson tenía 23 años y era uno de los cinco tripulantes de un barco arrastrero que faenaba a tres millas (unos 12 km) de Heimaeye, un archipiélago al sur de Islandia. Una noche, la red se enredó en el fondo y ladeó el pesquero hasta que una ola lo volcó. La temperatura era dos grados bajo cero y la del mar de 4,2 grados. Dos hombres se ahogaron nada más caer al agua, y los otros tres, incapaces de desenganchar el salvavidas porque el barco se hundía, empezaron a nadar hacia la costa. Se llamaban a voces en la oscuridad para animarse, para ahuyentar la hipotermia, pero en cuestión de minutos Fridporsson se quedó solo. Siguió nadando de espaldas, hablándose para no dormirse, hasta que escuchó el ruido inconfundible del mar al romper contra las rocas. Había nadado durante seis horas en un mar gélido, pero en el hospital no tenía síntomas de hipotermia, solo de deshidratación: la ciencia tardó días en dar con la respuesta.
El cuerpo de Fridporsson estaba aislado por 14 milímetros de grasa, más del doble o el triple del grosor habitual de un cuerpo humano. El suyo tenía las cualidades de un animal marino y esta anomalía biológica lo mantuvo caliente. Le llaman desde entonces 'La foca humana' y en Islandia es un mito. Su caso atrajo periodistas de todo el mundo, salió en revistas médicas, él continúa con su vida en la isla. Eso sí, no tardó en dejar la pesca. Muchos años después hicieron una película ('The Deep', 2012) y la escritora Bonnie Tsui cuenta su historia en el libro 'Por qué nadamos'; me pregunto si no tendremos también nosotros la piel el doble o el tripe de gruesa al no plantearnos esta cuestión más a menudo.
Imaginen el Mediterráneo en plena noche, ese silencio negro, imprevisible, empapado: ¿cómo debe de ser escuchar únicamente el castañeo de tus dientes o el ruido del agua al chocar contra ti hasta trasmutar tu cuerpo en un mero objeto que flota? No sé si la niña de 11 años sabía nadar, las crónicas desde Lampedusa, donde la rescataron, no dan ese dato, ni su nombre. Su épica tampoco le ha valido un apodo y tampoco si es un hito médico. Simplemente es una inmigrante que se mantuvo con vida, flotando en el agua a 18 grados, gracias a un neumático que alguien le había atado alrededor a conciencia. Ella misma llamó a gritos a un barco que pasaba por la zona. La rescataron, pero cómo darle una respuesta al porqué de su supervivencia.
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