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La frase tiene su aquel. La escribió Ray Loriga en una novela: «La memoria es el perro más tonto, le tiras un palo y te devuelve cualquier cosa». No sé qué recuerdo de ese Santander pretérito del que otros hablan. No sé qué me trae ... la memoria cuando los artículos que leo me cuentan que la ciudad estaba retraída sobre el agua y que donde ahora hay una dársena y se asienta la Catedral en su día había mar o fango, o ese híbrido entre marea y lodazal que regaban los tinglados de una ciudad extinta. Supongo que la memoria nos trae palos o raspas de pescado o restos de redes a los que vivimos en un presente diluido por la uniformidad, ¿pero qué palo le tiran los escritores cántabros a su memoria para traernos obras que reconstruyen esos mundos, esos horizontes con Peña Cabarga de fondo, y las familias y los barrios, y la leyenda chamuscada del incendio, con el bombazo incluido del Machichaco y el personaje de 'La voladora'?
La memoria de Álvaro Pombo no es tonta. Su memoria, si usáramos el símil del perro, sería capaz de localizar un cuerpo sin vida a kilómetros de distancia, a un superviviente en el fondo de una cueva, podría incluso localizar una metástasis incipiente al oler un cuerpo. La memoria de Pombo nos hace ladrar, saltar, nos vuelve primarios y a la vez sumisos, fieles, queridos. Cómo no iba a recibir el Premio Cervantes si ha hecho de lo humano un patrimonio universal, y de Santander una especie de Macondo pindio. En su mastodóntica obra hay hueco para lo nuestro, sí, para lo de casa, para las calles donde los de aquí sabemos que con viento gallego tenemos que doblar el paraguas. Ha recogido lo mejor de nuestro acento mientras conjugaba en sus novelas los acentos del mundo. Y me alegro de que el Premio Cervantes esté ahora con él, porque con Pombo, la memoria de nuestra tierra es un poco más lista, lúcida y juguetona, es pura y cabrona y verdadera.
El Cervantes se entregará como siempre en Alcalá de Henares. Muy cerca de la universidad donde se celebra el acto hay una escultura dedicada al Quijote, justo enfrente de la casa de su creador, Miguel de Cervantes. La memoria también es eso, esa figura de metal al lado de un banco donde los que visitan Alcalá se sientan con él por si algo se les pudiera pegar. Ahora que tendremos allí a Pombo, a nuestra memoria en vida, la de los cántabros pero también la de todos los vivos con conciencia, cómo no recordar la frase del ingenioso hidalgo: «Ladran, luego cabalgamos». Que los demás tiren palos, que nosotros tenemos a Pombo y sus novelas.
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