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En una de las puertas de las instalaciones del Racing en La Albericia, hay varias pegatinas que la 'adornan'. Son adhesivos con emblemas, pero una ... de ellas destaca porque es más grande, un rectángulo negro y blanco, casi del tamaño de un cartón de tabaco. En la pegatina está escrito el año de fundación del Racing, 1913, y debajo, la leyenda: «Volverán a temer el huerto del francés». Es una frase mítica del patrimonio racinguista, la hemos oído muchas veces, pero ahora que la tengo delante, me pregunto de dónde procede en realidad, de qué nos advierte.
El estadio de El Sardinero se apodó el huerto del francés porque un día enterró a un equipo. La licencia literaria es de los años 30, cuando un periodista guipuzcoano le puso este sobrenombre tras ganar al Athletic de Bilbao, campeones de Liga, invictos ese año y favoritos para la Copa. Contra todo pronóstico, el Racing los enterró. Y en este verbo está todo. Porque la huerta del francés en realidad existió, era un tugurio en Sevilla de principios de siglo donde un francés y su socio desplumaban a los incautos y después los mataban y los enterraban ahí, en la huerta. Y así fue hasta que los pillaron. Aquel suceso sacudió el país y años después la crónica del Racing inmortalizó su recuerdo.
La leyenda se habría perdido si pegatinas, tifos, cánticos y libros no la hubieran mantenido a salvo del olvido o de la reinterpretación. Encontré más datos de la historia en 'Otras 100 anécdotas del Racing', el libro de Fran Díez, porque sigo buscando en lo que está escrito la explicación a lo que no entiendo, lo que me produce curiosidad, lo que me suena. Y no hay nada peor que eso, la familiaridad del que oye campanas, pero solo replica o retuitea. Me pregunto si en los libros que ha escrito Miguel Ángel Revilla habrá alguna pista para entender la demanda que ha interpuesto contra él el rey Juan Carlos; pienso concretamente en uno de ellos, el que publicó en 2012, ese en cuya portada se ve una foto del presidente cántabro arrodillado a los pies del monarca, ayudándole a ponerse unas albarcas. 'Nadie es más que nadie', dice el título. Sería una buena pegatina en ciertas puertas.
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