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Ha pasado un año, pero al entrar en el local, nadie diría que faltaba Marcos. El piano en el escenario, las fotos colgadas en las paredes, el collage de cerámica al otro lado de la barra, el jazz sonando de fondo como se escucha ... la lluvia cuando estás en casa caliente, tapado, a salvo, los taburetes de madera. Y la gente, claro; las caras habituales de un movimiento afectivo, social y cultural que forma parte ya de la idiosincrasia de Santander. Ha pasado un año de la muerte de Marcos, y las mismas caras siguen ahí, algunas más cansadas, otras con más arrugas, algunas caras nuevas, pero todos haciendo lo mismo, recordar a la persona que fundó ese imán que es la Asociación Sol Cultural y el Rvbicón. ¿Qué hizo este bar para transformar el tejido social que lo rodea y seguir haciéndolo incluso cuando sus fundadores han cedido el testigo?
Resulta pertinente esta cuestión en los tiempos que corren. Si bien el fenómeno de la gentrificación y el turismo tiene en los pequeños barrios de la periferia un efecto que podría decirse mínimo en comparación con lo que sucede en el escaparate de la ciudad, lo que aprieta y engulle el centro de Santander puede llegar a ser más que un aleteo en las esquinas de la postal. Esa desafección que afecta a lo local y provoca estampidas no solo de maletas y de precios de alquileres, sino de locales donde no reconoces el sabor del café de tanto esoterismo que le practican a la experiencia hostelera, me pregunto cómo evitar que engulla también lo que siente como propio cada vecino en su calle.
Quizá la respuesta estaba el pasado domingo en la calle del Sol, cortada al tráfico para acoger un acto que tenía tanto de homenaje como de ejercicio de responsabilidad; de homenaje a un hombre que traspasó la frontera de la hostelería y logró, junto a Moncho, que la ciudad abriera un hueco a la música en directo y a la poesía, a las palomitas con pimienta en conversaciones, a los haikus escritos en baldosas, al refugio para periodistas que encontraban a deshora un lugar donde reposar la actualidad; de ejercicio de responsabilidad para con la ciudad que nos acoge ante los cambios que se avecinan. Ha pasado un año y todo ha cambiado, salvo el sentido de pertenencia a ese imán de Sol Cultural. Por qué será.
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