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Hace unos años, fui a cubrir una concentración de protesta que habían convocado los motoristas de Cantabria. La razón eran los quitamiedos de las carreteras. ... Los motoristas pedían cambiar la forma de estas protecciones metálicas: reclamaban que fueran redondeados, en vez de estar acabados en una hoja al aire que los transformaba en una cuchilla gigante si un cuerpo impactaba contra ellos en un accidente. Al motorista nada le protege del impacto, es el riesgo de ir en moto, pero me resultó perturbador que precisamente el elemento que nos custodia a todos, con ellos se convirtiera en un arma, un hacha contra sus brazos, sus tobillos, sus codos. Cuando regresé a la Redacción, miré a varios compañeros que usaban moto para ir cada día a la sede del periódico, y de pronto sentí un miedo nuevo, un temor añadido a lo que siempre está ahí, pero en lo que no piensas. Porque si piensas, no te mueves.

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