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El otro día vi un anuncio de una compañía tecnológica que vendía la capacidad de rebobinar la televisión en directo. El anuncio tiene la cualidad ... estética de un buen cortometraje, no es un anuncio convencional de esos que usan planos histéricos tipo videoclip, tampoco salen mujeres en tacones ni escenarios bucólicos, ni luces acordes a los datos de alguna agencia que se encarga de medir qué tonalidades nos hacen comprar más comida, más ropa, más coches. Todo empieza con un plano fijo sobre una joven que está en mitad de una ciudad india; es extranjera y está llorando, y su tristeza se incrementa al estar quieta entre tantas personas y coches y bicis moviéndose a su alrededor. De pronto, un hombre la ve y detiene el viejo coche que conduce. Le entristece su aflicción y no puede irse y dejarla así, así que saca el brazo y hace parar a los peatones que están cruzando, para también a los coches que vienen en sentido contrario. Entonces, mete la marcha atrás de su propio coche y se aleja por donde venía. Y ahí empieza el anuncio, cuando todo el pueblo le imita y empieza a rebobinar.
¿Por qué llora esa chica occidental?, no dejas de preguntarte. En ese plano secuencia todo sucede en un cruce de caminos de arena entre casetas y chabolas y motoretas y bicis: las mujeres con sari caminan hacia atrás, un hombre barre hacia atrás, la bici avanza hacia atrás, todo torpemente claro; el peluquero coge el pelo del suelo y se lo pone al cliente en la frente, los coches avanzan hacia atrás y en ese retroceso aparece un autobús marcha atrás que se para ante la chica. Los pasajeros bajan de espaldas. Primero uno, luego otro hasta; cada uno dirigiéndose a una dirección distinta. Y ella, que para ese momento tiene una cara de desconcierto ante lo que está haciendo toda esa gente, ve que en esa marcha atrás colectiva de repente baja del autobús su chico. Y por primera vez sonríe.
¿Se imaginan que pasara esto en la rotonda de Puertochico o la de Cuatro Caminos, o en el 'donut' de Torrelavega, o en cualquier rotonda de la ciudad en la que vivan? ¿Se imaginan que un vecino se fija en alguien que llora y rebobina hacia el significado originario de la palabra red social, sin que haya trols ni imbéciles que jodan el anuncio? La publicidad suele ser mentira, sin embargo, por un instante, he agradecido tragarme esta ficción en vez de tanto bulo.
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Ana del Castillo
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