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No hay que fiarse de lo que se ve por la ventana. Nos los dicen a los periodistas, que nuestro trabajo no consiste en asomarnos ... para decir que está lloviendo sino salir a la calle para contar lo que está provocando el agua. En Cantabria no vale simplemente con mirar afuera para notar que algo muta, no vale con esperar al cambio de hora para advertir que empieza a hacer mejor tiempo, que las dinámicas de invierno se transforman en gestos primaverales. No. Aquí, lo que nos coloca en la rampa de salida de la parte buena del año no tiene que ver con retrasar los relojes sino con la costera del bocarte. Ese es nuestro meridiano emocional, porque las horas de luz prometidas empiezan en la lonja, en los paseos por el mercado y los consecuentes planes que traen consigo un kilo de bocartes frescos rebozados, o como quiera que los tomen.

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