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Un café

También se rompe

Marta San Miguel

Santander

Jueves, 12 de septiembre 2024, 07:13

El agujero es tan profundo que tienes que bordearlo para poder ver el fondo. Y ahí, al otro lado de un diámetro de unos diez metros, si te acercas puedes ver la oscuridad donde, cuando sube la marea, se cuela el rugido del mar o ... el mar mismo. Solo puedes pedir prudencia y cuidado a quienes te acompañan por el tramo del paseo de la Costa Quebrada entre prados que se contonean, a veces con aristas que sobresalen sobre el acantilado, otras veces con recovecos forrados por hierba mullida, como de tallos redondos, porque ahí, en el borde mismo del salitre y los vendavales, sobrevive un tipo concreto de hierba, y de arbustos, y de flores que tienen pétalos con pinchos. Cuidado, insistes, pero los acompañantes tienen demasiado donde mirar y se alejan del agujero porque, al fin y al cabo, solo es un accidente geográfico, una curiosa y terrorífica muestra de lo que el mar puede hacer cuando golpea el terreno kárstico que pisamos; la prueba de que todo se puede hundir, hasta la tierra misma.

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