Otra taza que quema

Esta semana se han comprado más libros, ¿pero hay más lectores? ¿Qué ven por la calle, cuál es su percepción? A menudo caigo en ese charco de observar qué hacen los que comparten conmigo la sala de espera o el vagón de tren o la puerta de embarque, y como el que habla para escucharse a sí mismo, cuento apenas con el índice y el pulgar los que tienen un libro en la mano, como si quisiera reafirmarme de algo. Hay conversaciones que no llevan a nada y por qué leemos está muy claro: somos una panda de convencidos, entusiastas, embriagados por la luz que te lanza una buena página y que hace que un día de mierda sea una gozada. Pero ¿por qué no se lee? ¿Solo es falta de tiempo y desinterés? Hablemos más de ello, hagamos de esta conversación la defensa radical y morbosa de la lectura.

Un libro no te vuelve más inteligente, pero te hace menos ignorante, y aunque frases como esta sirvan para celebrar el Día del Libro cada 23 de abril, también pueden adornar esas tazas que cuando las metes en el microondas te queman los dedos aunque el café siga frío. Estaría bien hablar más de por qué no leemos; quizá lleguemos a algo, aunque no sirva para nada como una buena partida de parchís.