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Tenía curiosidad. Supongo que todos los santanderinos deberíamos de tenerla cuando se anuncia el nuevo callejero de la ciudad donde vivimos. Los nombres de las ... calles no son solo el lugar donde uno estampa un sello sino la cantinela que repites hasta la saciedad. Es tu toponimia, es la raíz que se incrusta entre el portal y el timbre, y bebe del tráfico y de los comercios cercanos; y si creces bien enraizado en tu barrio, por las ventanas de tu casa asoman las ramas con tus frutos, ahí, en esa calle de nombre propio, tantas veces dicho que pierde su sentido original. Hasta tal punto repetí el nombre de General Dávila que dejó de ser un hombre para convertirse en un territorio, en un refugio, en el origen y en lo que habría de abandonar al crecer.
Es importante el nombre que le damos al lugar donde vivimos, nos define y nos enmarca, nos muestra a qué le damos valor y qué ha de ser recordado. Por eso, cuando este lunes el Ayuntamiento desveló los nombres que iban a sustituir el callejero franquista para cumplir con la ley vigente, busqué enseguida cómo se iba a llamar la calle que fue mi calle. Por mucho que le preocupara en su día a la alcaldesa cumplir la ley, no me incomodó que General Dávila vaya a llamarse Paseo de Altamira, de hecho me parece precioso; lo que me incomodó, en realidad, fue otra cosa: de las dieciséis calles que cambiarán su denominación, solo tres van a tener el nombre de una mujer, y esta aritmética me resulta sorprendente a estas alturas del siglo XXI.
Ahora, cuando caminemos por Santander o cojamos un taxi, nombraremos a Leonor Plantagenet (hija del rey inglés Enrique II y hermana de Ricardo Corazón de León), que fue la reina que concedió el fuero a la villa de Santander en 1182 junto a su marido, el rey Alfonso VIII de Castilla; nombraremos a Leonor de la Vega (nacida en torno a 1365), que fue un personaje fundamental en la historia de Torrelavega y madre del primer Marqués de Santillana. Y se lo diremos al taxista y recorreremos la historia de nuestro país, y con un poco de suerte, incluso entraremos en Google para comprobar por qué al fin están a la vista. La tercera mujer es de nuestro siglo: Carmen González Echegaray. Compartirá calle con su hermano Joaquín, ambos historiadores a los que conocí y admiré por su contribución al conocimiento de la historia, de toda la historia, incluso la que desconocíamos porque estaba borrada, olvidada, bajo el sedimento de la costumbre.
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