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Tenía curiosidad. Supongo que todos los santanderinos deberíamos de tenerla cuando se anuncia el nuevo callejero de la ciudad donde vivimos. Los nombres de las ... calles no son solo el lugar donde uno estampa un sello sino la cantinela que repites hasta la saciedad. Es tu toponimia, es la raíz que se incrusta entre el portal y el timbre, y bebe del tráfico y de los comercios cercanos; y si creces bien enraizado en tu barrio, por las ventanas de tu casa asoman las ramas con tus frutos, ahí, en esa calle de nombre propio, tantas veces dicho que pierde su sentido original. Hasta tal punto repetí el nombre de General Dávila que dejó de ser un hombre para convertirse en un territorio, en un refugio, en el origen y en lo que habría de abandonar al crecer.

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