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En el capítulo II de 'Sotileza' describió Pereda el camino que Andrés y sus amigos recorrieron desde el actual Cañadío hasta llegar a la Punta de San Martín para contemplar, desde la Batería del Castillo, llena de gente, la entrada de la 'Montañesa', ... procedente de La Habana. «Entonces, la entrada de un barco como la 'Montañesa', con matrícula de Santander, mandado y tripulado por capitán, piloto y marineros de Santander, era un acontecimiento de gran importancia en la capital de la Montaña». Dejó escrito Rafael González Echegaray: «Escribir de la Punta de San Martín sin citar a Pereda sería gran pecado de omisión entre montañeses que se precian de tales». Desde allí contempló Andrés la entrada de la 'Montañesa', capitaneada por su padre y, en su fondeadero, estaba también el vapor que debía recoger los matriculados de La Leva.
Han pasado casi dos siglos desde la fecha en la que Pereda sitúo la acción de 'Sotileza' y, desde entonces, este singular espacio santanderino ha sido escenario de muy distintas empresas humanas. Hoy, los paseantes que recorren San Martín, no sólo encuentran espacios tranquilos para el paseo y el descanso como el dique, con la Duna Zaera y la Caseta de Bombas, y la cuidada urbanización del espacio de los carpinteros de ribera, sino que encuentran en San Martín una concentración inusual de centros culturales, futuro y orgullo de nuestra ciudad: Escuela Técnica Superior de Náutica, con el planetario de la Universidad y el espacio cedido a Unate, el CEAR 'Príncipe Felipe', el Palacio de Festivales, la Colección Enaire del Ministerio de Fomento, la Escuela Náutico-Pesquera, el Museo Marítimo del Cantábrico y el Acuario de Cantabria o el Instituto Español de Oceanografía. Curiosamente, de las vidas anteriores de este espacio ganado a la bahía, sólo quedan como recuerdo tres elementos: el arco que al comienzo de Gamazo recuerda el emplazamiento de Gas Lebón, la extraordinaria arqueología industrial del dique y su Caseta de Bombas, y las rehabilitadas naves que acogen la exposición de Enaire.
Cuando los protagonistas de 'Sotileza' fueron a la Punta de San Martín desde Cañadío solo atravesaron playazo y praderías. «Desde el mismo Cañadío arrancaba la Peña Herbosa, matorro indomable con pretensiones de cantil, que llegaba hasta el arroyo de Molnedo, era un playazo protegido por islotes». «Hacia el este venía la costa virgen con playa y rocas y prados hasta el agua, que descendían de la colina que hoy corresponde a Juan de la Cosa y el comienzo de Reina Victoria. Allí estaba una playa de tres al cuarto que se llamaba de Las Higueras y una escollera bastante larga en dirección norte-sur, a la altura de lo que hoy viene a viene a ser el edificio Siboney. Esta costa era suave y pintoresca, como una prolongación del paisaje de San Marcos, del Promontorio y San Martín (...). La Punta de San Martín, con los restos de su castillo convertido en cuartelillo de carabineros, correspondía a la colina que domina los talleres de carpinteros de ribera». En la urbanización del gran espacio que la bahía tiene cedido tan generosamente a Santander desaparecieron, voladas o sepultadas, peñas, islas e islotes muy citados en notas de pesquerías, navegación y naufragios: Herbosa, Las Hermanas, San Mamés y también la playa de San Martín: «Era una ceja de arena blanca y finísima, salpicada de roca y bajíos hacia el este, bajo el cantil combado de unos prados agrestes hasta la Punta del Promontorio, que separaba la playa de San Martín de la de Los Peligros». En 1863 se instaló en la playa un pequeño balneario, el primero de Santander. Tenía una caseta con ruedas que descendía hasta el agua. Había una parte de pago y cada baño costaba un real y, con traje, dos reales.
En el último cuarto del siglo XIX se inicia la transformación de este espacio natural en territorio industrial. En agosto de 1876 entró por vez primera en el puerto el mayor barco mercante de España, el vapor correo 'Alfonso XII' del naviero comillano Antonio López, futuro marqués de Comillas, que por su «enorme tamaño parecía una montaña en la bahía», y un año más tarde se aprobaría la petición de la empresa de Antonio López «para construir en la ensenada del Promontorio y al oeste de la punta, muelles embarcaderos y almacenes para depósito de carbón y mercancías en los terrenos que se ganasen al mar con las obras. El muelle de la Trasatlántica, bajo el llamado Pinar de Ángel Pérez, iba a empezar enseguida. Fue uno de los fracasos de la historia del puerto». En 1877 se autorizó a don Eduardo López-Dóriga la instalación de una fundición con fragua y calderería al oeste de la Punta de San Martín y al año siguiente se concedió autorización a los Astilleros de San Martín para trabajos de construcción y reparación naval en hierro.
En estos años, el Ministerio rechazó otros dos proyectos de los ingenieros del Puerto, Orense y Lequerica. El Plan Lequerica (1878) añadía al proyecto de Antonio López una dársena grande en la playa de Los Peligros, un dique seco de carena y antedique en la playa de la Magdalena y que el paramento del muelle acabara en la punta del puerto, bajo el faro de La Cerda; proyecto ambicioso para el puerto que, de haberse realizado, habría cambiado el perfil de la ciudad. En 1988, después de 110 años de actividad, cesó la construcción naval en el Astillero de San Martín, realizada de forma continuada con diferentes propietarios y bajo distintos nombres. Los terrenos ocupados por el Astillero en sus diferentes ampliaciones fueron expropiados por el Gobierno de Cantabria. El dique, proyectado entre las rocas de Las Hermanas y la Peña de San Mamés, se inauguró en 1908. José A. Del Río, Fernando Barreda, Simón Cabarga, González Echegaray y Casado Soto nos trasmitieron una historia marítima extraordinaria. Lo entrecomillado de este puzle son textos de su legado. La Caseta de Bombas expone una magnífica historia gráfica del Dique. Sería buenos que en el amplio espacio exterior se completara con la historia de San Martín para conocimiento y disfrute de los paseantes.
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