Cuando Martín Rubio apostó y perdió el bigote

El cielo de Marte es de un color rojo escarlata que se vuelve azulado en los largos ocasos. Martín Rubio comenzó en los sesenta dibujando a mano isobaras, temperaturas, nubes, soles y lluvias, y si presentara ahora un telediario marciano, apoyado en los avances actuales, nos hablaría de un clima extremo y tormentas de polvo que duran semanas. Pero el dato clave es que sus referencias estarían basadas necesariamente en tecnología española, porque solo España mide el tiempo en Marte. Una de las estaciones meteorológicas, a bordo del rover Curiosity, lleva activa ocho años; la segunda, Twins, estableció el hito histórico de convertir a la ciencia española en la única que dispone de dos laboratorios a la vez en un suelo extraterrestre, y de camino va otro, integrado en el Perseverance de la NASA, el vehículo de exploración más inteligente jamás construido.

El pronóstico del tiempo es complicado en la Tierra y supongo que lo será en Marte, aunque no hay allí un Revilla que proteste por las previsiones equivocadas que no tienen en cuenta los microclimas locales. Todo el mundo sabe que en Cantabria nunca llueve con viento sur. Eugenio Martín Rubio fue uno de los adelantados en la travesía que siguieron profesionales tan vinculados a esta comunidad como José Antonio Maldonado o Roberto Brasero, y que ha llevado a nuestras naves hasta los confines del sistema solar, a sus cuerpos mayores y al mismo Sol. Superado el desatino unamuniano del «que inventen ellos» para inventar nosotros, España es hoy una potencia espacial, y Cantabria con ella por medio de su Instituto de Física, porque también hubo aquí niños curiosos que vieron miles de estrellas en una noche clara y soñaron con alcanzarlas.