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La llegada de la 'prima vera' saca de casa a los mozos solteros -ahora ni tan mozos, ni solteros- que recorren el pueblo para anunciar un nuevo ciclo vital, de paso lucirse con las mozas casaderas -y no casaderas- pasar el cesto, que mal ... no vendrá para calentar la noche, y casi siempre encontrarse con algún que otro 'Roñosuro'. Esta tradición tan nuestra se vive con intensidad en el Besaya y en muchos lugares de Cantabria. La misma que cuenta Don José María de Pereda en 'Escenas Montañesas' allá por 1864. Sin embargo, la tradición que encarna de forma brillante la Ronda Marcera de Torrelavega se complementa con un aire de modernidad -que mal no viene- de la mano de la incorporación de las mujeres en la Ronda Marcera de Cartes.
Dice Don Sixto Córdova Oña en su libro 'Cancionero popular de la provincia de Santander' (1955), que es la misma melodía que el escuchaba en 'Cumbrales', allá por 1878. Se refiere a la melodía, la parte musical.
Las marzas, nuestras marzas, se pierden en el tiempo y siguen estando vigentes hoy, de tal manera que gentes que de esto saben, y saben mucho -Demetrio Duque, Juanjo Crespo, Enma Blanco- vienen a decir que se ha preservado la tradición cabalmente, que ahora nos toca difundirlo y en la medida de lo posible engrandecerlo. Sí amigos, el folclore es el saber popular, «lo que todos saben y es de todos». El folclore -como la sociedad- no es algo rígido, es algo vivo, en evolución constante. El folclore es un poco la vida de un pueblo. Es por eso, que se retroalimenta de las aportaciones del momento social, las incorpora y también las hace suyas.
Sin embargo, este año las marzas vienen con un aire de tristeza, hay tristeza e incertidumbre en los marceros, bueno en todas las gentes que vivimos en el Besaya, que vemos un 'Roñosuro' cada vez mas cicatero con nuestra comarca. Seguramente hay más de un 'Roñosuro', bien sea por acción o por omisión, que tanto da y por eso, quien se sienta aludido se aplique la 'rutona' y haga propósito de enmienda.
Así que bienvenido sea 'Marzo florido', bienvenida la modernidad que convive con la tradición, pero por si acaso no se olviden de «apurrir» que eso sí que no admite cambios y ahora para Torrelavega, es perentorio, es vital.
«Adiós, hasta el otro año, hasta el año venidero. Que si Dios nos da salud -y un poco de trabajo para los jóvenes-, a cantarles volveremos»
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