Matando moscas a cañonazos
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ANÁLISIS ·
Si el BCE continúa endureciendo la política monetaria la inflación bajará, pero el coste puede ser una recesiónCircunstancias difíciles requieren adoptar decisiones difíciles, incluso corriendo el riesgo de no acertar. Caminar siempre por caminos trillados, o esperar que el tiempo lo solucione todo, como solía hacer uno de nuestros expresidentes, no suele ser, como norma, la solución. Desde hace ya unos cuantos ... meses, y en contra de todas las previsiones, el mundo está viviendo una ola inflacionista muy superior a cualquiera de las conocidas desde principios de los ochenta del siglo pasado. Inicialmente se pensaba que, aunque intensa, la misma sería de corta duración y que, por lo tanto, no era preocupante y no había porqué tomar medidas drásticas para intentar 'surfearla' con éxito. El tiempo ha puesto de relieve que esta apreciación estaba equivocada, pues la inflación está, o eso parece, bien instalada entre nosotros.
Si nos centramos en el caso europeo, que es el que más relevancia tiene para nuestros intereses, veremos que, en promedio, la inflación no sólo se ha instalado en torno a los dos dígitos sino, lo que es peor, que la inflación subyacente (la que no toma en consideración los precios de la energía o los alimentos sin elaborar) está alcanzando niveles desconocidos en las últimas décadas. Ante una situación como esta, las autoridades económicas han empezado a tomar decisiones al respecto, la mayoría de ellas tendentes no a reducir las tensiones inflacionistas sino los perniciosos efectos de las mismas, sobre todo sobre la clase menos favorecida. Esto está bien, incluso muy bien, pero, obviamente, no es la solución. ¿Y, cuál es la solución?
Sería un prepotente, además de un indocumentado, si dijera que tengo la solución. Espero no ser ni una cosa ni la otra, pero, en todo caso, tengo que reconocer que no la tengo. Lo que sí tengo es la impresión de que algo no se está haciendo bien, y que no se están adoptando las medidas que, probablemente, serían más eficaces. Al igual que ocurre en el mundo de la medicina, donde para prescribir una buena terapia (que no significa que no sea dolorosa) es necesario contar con un buen diagnóstico, en el mundo de la economía es necesario saber muy bien cuáles son las causas de algo (en nuestro caso de la inflación) si queremos saber, al menos teóricamente, como atacarlo.
Pues bien, tal y como he manifestado en alguna otra ocasión, ahora somos muy conscientes de que la inflación que padecemos hunde sus origines tanto en factores de demanda como de oferta, por lo que lo lógico sería que los dos fueran abordados de forma simultánea. No tengo la impresión, sin embargo, de que se esté haciendo así, o no, al menos, en la proporción requerida. Me explico: en Economía estamos habituados a referirnos a políticas de ajuste fino (fine tuning) como aquéllas que persiguen solucionar un problema sin crear, o amplificar, otro; esto es, y para entendernos, a políticas que se preocupan de no matar moscar a cañonazos. No estoy diciendo, en ningún caso, que resolver el problema de la inflación sea como matar moscas; si digo, sin embargo, que me parece que se utilizando munición de mucho calibre para conseguir solucionarlo.
¿A qué me refiero? Pues a que, de acuerdo con algunos análisis empíricos solventes, el origen de la inflación actual se puede achacar, aproximadamente, en un 50% a factores de oferta, en un 30% a factores de demanda y en el 20% restante a factores mixtos. Aunque es cierto que se han tomado algunas medidas desde el lado de la oferta, encaminadas a garantizar la seguridad de los abastecimientos (energéticos, sobre todo) más que su precio, todo parece indicar que la principal medida adoptada a nivel comunitario para atajar la inflación es la subida de tipos de interés, hasta situar el de referencia en el 2%. No hay ninguna duda de que, con esta medida, el BCE trata de controlar el impacto de los factores de demanda sobre la inflación, como tampoco la hay de que con ella está coartando la demanda de consumo e inversión y, en consecuencia, propiciando, acentuando, o acelerando una más que posible recesión; de lo que sí hay duda es de que esté consiguiendo reducir la inflación y/o las expectativas inflacionistas. Evidentemente, si como algunos especialistas prevén, la política monetaria del BCE continúa endureciéndose en los próximos meses, la inflación empezará a bajar, pero el coste de lograrlo puede ser el de abocarnos a una recesión. Vamos, que podemos estar matando moscas a cañonazos.
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