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En tiempos de escepticismo e incertidumbre los jóvenes no se abrazan a la filosofía sino a la razón matemática, carrera que está sumando entusiasmadas ... vocaciones en la Universidad de Cantabria. Pero quienes recurren al cartesianismo para encontrar una referencia sólida pueden resultar defraudados de inmediato. Las matemáticas descubren que las verdades absolutas que nos han contado «son verdades a medias, o incluso mentiras», desvela un principiante de grado entrevistado en el periódico. Probablemente se llega a la misma conclusión desde la reflexión filosófica.
Por la calle del medio transita la propaganda que aspira a elevar sus postulados a cuestión de fe. Desafiando a Aristóteles somos una cosa y su contraria. Somos la sociedad más ilustrada y más ilusa a la vez, capaz de proclamar, digerir y propagar cualquier patraña. Todos los soñadores corren el riesgo de confundir el desencanto con la verdad, advirtió Sartre. Así, los ciudadanos que se proclaman más descreídos políticamente acaban creyendo incluso la simpleza más inverosímil, cuando se la cuenta alguien cómplice de su decepción con quien se identifican de inmediato como un igual. Especialmente si arremete contra un sistema del que aún no forma parte.
Mentir contando la verdad –sin decirla toda, por ejemplo– es un disfraz común que alivia ciertas conciencias poco exigentes. Ahora, el discurso político –más anecdótico que categórico– propaga directamente mentiras que defiendan sus apocalípticos alarmismos. Funciona mejor la intoxicación que la persuasión. Véase Donald Trump. Esa perversa estrategia –vamos a contar mentiras desde altavoces y redes sociales– contagia otros discursos que asumen el lenguaje de su competencia electoral. Desde algunos púlpitos políticos ya es costumbre proclamar melodramáticas hipérboles, datos inventados y otras patrañas. Algunas tan esperpénticas que no hace falta telefonear a Nueva York para verificar su hipócrita falsedad.
Lo malo de los futuros matemáticos que hoy –en sus primeras lecciones– descubren los artificios que confunden la verdad, es que posiblemente también ellos vienen a fabricarla. Con el 'big data' las presuntas inteligencias artificiales y el poder de los algoritmos. No vienen a buscar la verdad, sino a convencernos de que ya la hemos encontrado en el patrocinador de turno.
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