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En diferentes aspectos de la vida cotidiana se utiliza el concepto provocación como un eximente ante reacciones poco acordes con la convivencia. La provocación es ... una idea tan extensa y difusa que permite ser utilizada para defender o atacar la misma causa. Generalmente se acusa de provocar a quien ha sido objeto de una agresión, un insulto o una conducta inapropiada. Una forma de auto exculpación que hace recaer la responsabilidad de lo ocurrido en la otra parte.
Naturalmente que la provocación se usa de manera distinta según convenga. No hace tantos años rigurosas sentencias judiciales cuestionaban agresiones sexuales porque la mujer atacada 'provocaba' con su forma de vestir heterodoxa o porque se mostró cariñosa y, por tanto, provocó al agresor. Naturalmente, pronto se dejó de considerar provocación a un ejercicio de la libertad, que no invadía los ámbitos de libertad del resto de los ciudadanos. En los incidentes callejeros, algunos tan graves que culminan con la muerte, se esgrime siempre la provocación como chispa que prende el fuego.
Ese falso atenuante de la provocación, resulta un cómodo comodín común (perdón por la aliteración) para justificar conductas reprobables. Un partido político utiliza los cauces legales para celebrar un mitin en un determinado bario y un grupo violento trata por la fuerza de impedirlo. La razón esgrimida por quienes no respetan la ley es que el mitin era una provocación.
Una persona lleva un distintivo relacionado con una ideología. Quienes son contrarios a esas ideas le golpean, vejan e insultan. La explicación de los agresores es que la víctima iba provocando. El argumento es idéntico al esgrimido en el franquismo para justificar una agresión sexual porque la mujer incitaba con su forma de vestir o de comportarse.
A la acción de incitar a una persona a cometer un delito se suma ahora el odio. No será lo mismo golpear y lesionar por disputa sobre las lindes de la finca o el uso inadecuado de la mascarilla, que hacerlo porque la razón de esa violencia era el odio. ¿Cómo es posible discernir el pensamiento que motivó al violento a quebrantar la ley? ¿Duele menos el navajazo recibido por una disputa en un accidente de tráfico que la infringida porque el autor del delito odiaba a la víctima?
La deriva de catalogar los delitos por la intención del autor no debe extenderse, porque en ese caso sería preciso tipificar la envidia como atenuante e incluso la pereza. La provocación debe desaparecer del argumentario judicial porque es un subterfugio para agravar o atenuar delitos sin correspondencia con la trascendencia de los mismos. En ese orden de cosas la estupidez bien podría ser la madre de todas las provocaciones, porque en una gran mayoría de los delitos, la falta de criterio, empatía e inteligencia es el motor que conduce al estúpido a infringir la ley.
Cualquier conducta que se desarrolle dentro de la legalidad no debería ser considerada una provocación. Los españoles, todos, están en su derecho de exhibir la bandera de su patria y de la misma forma se puede llevar la enseña de cualquier autonomía o el emblema de un club deportivo. Quienes se sienten violentados por conductas que están insertas en la legalidad son los intolerantes y no se debe tener en cuenta su sensibilidad con las manifestaciones plenamente democráticas.
La fingida hipersensibilidad de algunas personas o colectivos esconde un afán totalitario que pretende imponer su visión de la política, la economía o el deporte a todos y que no es capaz de admitir otros símbolos u otras formas de entender la propia identidad. Otra situación, absolutamente diferente, es cuando el verbo provocar se utiliza en la segunda acepción del diccionario de la RAE: «Hacer [una persona], mediante palabras o actos hostiles, que otra persona se enfade y reaccione también de forma hostil». Si se muestra una actitud de ataque, se insulta o se restringe la libertad de movimientos, en ese caso se estará traspasando la línea que separa lo legal de lo ilegal y se podrá argumentar que existe una provocación activa.
La provocación tiene matices y en este caso son importantes. Asistimos a actos violentos, con agresiones a estudiantes constitucionalistas en las universidades de Barcelona, pero las formaciones de izquierda y extrema izquierda no solamente no las condenan si no que consideran una provocación la mera existencia de agrupaciones legales de estudiantes que se declaren a favor de la Constitución y la libertad de expresión. Los actos que están dentro de la ley y de la ley de leyes nunca deben tildarse de provocaciones y sí los que tratan de imponer sus ideas con la violencia.
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