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Estos días los políticos, como siempre en las crisis, tratan de explicar la situación utilizando palabras 'bobu' (bonitas y buscadas) siempre rimbombantes. Son del tipo ... de 'pueblo herido', 'pueblo formidable', 'pueblo unido'... Y a todo esto sin mascarillas, traje protector, unidades de test diagnóstico o respiradores que no tuvieron la previsión de gestionar a tiempo para luchar adecuadamente contra la pandemia. Lo hacen mientras los ciudadanos permanecemos disciplinadamente aislados, preocupados y expectantes por lo que se nos vino, se nos viene encima, también en lo económico. A la vez, un experto manipulador que se presumía preparado e independiente, con voz trémula, disfónica y gesto calmado nos engaña sutilmente sentenciando errores tan flagrantes como «aquí no va a llegar el virus», «si llega será mínima su incidencia», «dejaría ir a mi hijo a la manifestación del 8M si me lo pide» y múltiples errores más, producto de lo peor de la política.
¿Se puede ser más incompetente? ¿Se puede ser más inútil? Expliquen qué utilidad puede tener tal información experta. Sin embargo, después de unos días, de pronto, descubierto por políticos, informadores ministeriales, por el citado experto disfónico y adoptado generosamente por el sano, valeroso e ingenuo pueblo español, surge la frase definitiva: colectivo heroico, un mantra compartido, que traducido en palabras agradecidas, admiradas y espontáneas hacia los sanitarios explosionan a diario, especialmente a las ocho de la tarde, con aplausos sentidos. Nada más justo, nada más encomiable y visceral como el reconocimiento sensible y emocionante a la entrega en una tarea humanitaria y profesional.
Asimismo, por vez primera (fuera de eventos deportivos tipo Nadal, selección...) observamos como, salvo las 'vascocatalanadas irrespetuosas de siempre' y a consecuencia del virus, insisto, por primera vez en mucho tiempo, nos sentimos orgullosos de nuestra historia, de nuestra nación, de nuestra cultura y de nuestra solidaridad. Algo que todos deseábamos y esperábamos. Nunca es tarde. Nos ayudará sin duda a llevar con dignidad la férrea tarea de vencer con suficiencia al virus agresor. Y lo tendremos que hacer solos, como siempre, ya nos incomprendieron más veces en Europa y ya nos cerraron las fronteras antaño. Ya ajustaremos cuentas. Con la sentencia «el médico, indefenso», con coma entre palabras que ocupa el titular, no crean que estoy expresando una queja ante los múltiples contagios del médico por coronavirus Covid-19 o SARS COV-2 no siempre bien protegido. No, no lo estoy haciendo porque el médico conoce bien el riesgo de contagio de enfermedades y lo tenemos muy asumido. El contagio es frecuente y muchas veces inevitable en los hospitales aunque dispusiéramos de los mejores medios y sistemas para evitarlo porque puntualmente sabemos que pueden fracasar. Recordemos: tuberculosis, VIH, hepatitis, ébola... No, no me refiero a ello, quiero hacer mención a que nuestros médicos más cercanos, un D. Braulio, una Dña. María José, un D. Arturo y todos los demás, todos los médicos españoles se muestran indefensos ante la sociedad y ante ella están incomprensible y sorprendentemente solos y casi siempre explotados por el sistema: denuncias, agresiones, contratos precarios... ¿Acoso o violación de sus derechos? También aquí haría falta legislar con contundencia y aclarar responsabilidades. Voy a tratar de explicarlo: lo haré además, por mucho que cueste, obviando mencionar al resto de sanitarios por que en este crítico momento necesito del corporativismo como podrán entender.
«Hermano, o no entrar o hablar de Dios, que en la casa de Teresa esa ciencia se profesa» se exige en los Conventos de Carmelitas Descalzas. Pues eso, «quiero hablar de mi libro», quiero hablar del médico sin poesía ('El Médico' de Noah Gordon), quiero hablar descaradamente de esta bendita profesión para la gente de ahí afuera, a la que tenemos que cuidar pero que no nos conoce bien y muchas veces no nos trata adecuadamente y nos olvida (excepto estos días porque «le aprieta el corsé»). Yo quiero tratar de explicárselo (¿reprochárselo?).
A todos los médicos, los conozco bien y puedo opinar sobre ellos desde la atalaya del final de mi vida profesional y docente tras mi largo camino, en mis muchos y prestigiosos hospitales, también extranjeros, y en mi equipaje. Y lo voy a hacer sin que los médicos jóvenes me oigan. A ellos va dirigido mi lamento, y lo haré entendiendo como disculpa que esto que voy a contarles lo desconocían. Espero que así fuera para que puedan cambiarlo. Todo comienza cuando los médicos estudiaron en un colegio o instituto teniendo que demostrar ser lo mejores para poder acceder a una Facultad de Medicina con distrito único. Se trata de un joven con una acreditada vocación de servicio y dispuesto a afrontar una larga y sacrificada carrera universitaria. Hasta aquí lo conocen, pero para informarles de lo que desconocen me permitirán ahora hacerles preguntas explícitas:
¿Saben que durante sus carreras el estudiante de Medicina muy probablemente tendrá que declinar una beca Erasmus, tan generosa en experiencia, para no alterar su vida de estudio, su currículum o su promedio en las calificaciones?
¿Sabía que el licenciado en Medicina tendrá que competir en el examen MIR en desigualdad con los licenciados vascos o catalanes y con gran cantidad de extranjeros que opositan a sus plazas? ¿Sabía que para ejercer como médico especialista se requiere que transcurran 13-15 años (6 carrera + 1-2 preparación MIR + 4-5 formación MIR + 1-2 para hacerse hueco como interino en un hospital que generalmente no es el de sus sueños)? ¿Sabía que dispondrá de un contrato interino hasta los 40-43 años quedando al albur de jefes, gerentes y exámenes de turno? ¿Sabía que para disponer de ese contrato habrá tenido que transcurrir su formación MIR, dura, preciosa y exigente hasta los 32-33 años de edad y un salario mensual de unos 1.300 euros? ¿Sabía que a consecuencia de ello las entidades bancarias no les dan fácilmente un crédito sin aval que muchas veces les procuramos los mayores o sus propios padres y como es lógico tienen dificultad para formar una familia en el periodo de residencia? ¿Sabía que está obligado generalmente como MIR o como médico de familia a explorar 40-45 pacientes diarios? ¿Sabía que si las cosas no son del agrado de muchos de sus pacientes en un alto porcentaje les denuncian? ¿Sabia que en una proporción lamentable les agreden en urgencias? ¿Sabía que su jornada, generalmente público-privada, es de 12-14 horas?
Pues si no conocía todas estas cosas, ahora ya lo sabe. Siga aplaudiendo con más energía si cabe y cuando termine todo, que terminará, no se olvide de seguir haciéndolo porque ellos seguirán trabajando vigilantes. Agradézcanles sus cuidados y desvelos permanentes (el médico no se pone en huelga, las sufre). Dele buen trato. Mírele con admiración porque son gente sana, honesta. Hable con ellos de sus dudas, no les denuncie y no consulten en internet, que no es el oráculo de la verdad. Además, no sean ingenuos porque, al final, todos van a pasar por sus manos y no olviden que el neurocirujano, el que trasplanta, el que limpia sus arterias, el que le opera de un cáncer o el que le ayudó a nacer y todos los demás médicos lo hacen porque son generosos e indispensables en la sociedad mientras ustedes en sus dificultades miran muchas veces cruelmente hacia otro lado. ¡Ah! Y si pueden páguenles, con los mismos aplausos de respeto y agradecimiento de ahora y con un poquito más de salario ¡Leñe! Que se lo merecen.
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