![Mejorando lo presente](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202101/02/media/cortadas/61133413--1248x1378.jpg)
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Quizá podríamos emplear la expresión 'mejorando lo presente' como un criterio para discriminar entre gente de cierta edad, que sabe lo que significa y a veces la usa, y otra gente más joven, que ni la entiende ni la usa. De paso, nos percataríamos de ... esta fluidez generacional del idioma, que sin dejar de ser él mismo en lo sustancial, cambia de expresiones favoritas o frecuentes, de acuerdo con los usos, las modas, las necesidades y los azares.
Para los lectores del segundo grupo aclaro: 'mejorando lo presente' es algo que se dice, por ejemplo, a un poeta que tenemos delante, después de haber ponderado mucho los versos de otro, y temerosos de que nuestro interlocutor se dé por ofendido o minusvalorado a causa de ese comentario. Así que le decimos 'mejorando lo presente' con la idea de 'aquel es muy bueno, pero usted lo mejora'.
Sin embargo, que se precise esta explicación para evitar confusión (pues la RAE no aclara mucho en la voz 'presente') nos indica ya la degeneración de la expresión. Pues cuando decimos 'mejorando lo presente' parece que indicamos que aquel poeta lejano que alabábamos es mejor que lo presente, el poeta que tenemos ante nuestra nariz. Y esto sí sería molesto para nuestro compañero de conversación.
Efectivamente, la expresión original parece haber sido 'mejorándolo lo presente'. Es decir: que lo presente, nuestro poeta, mejora aquello de lo que hablamos, aquel otro poeta de tan finas rimas. El contraste no puede ser más intenso. En el primer coloquial, se busca algo que sea mejor que lo presente. Y esto es el motor mismo de la civilización y la cultura. Sartre, que en sí era otro que se quiso hacer un diccionario de francés solo para sí, y parisién, lo llamaba 'nihilización', convertir el presente en nada, negarlo con un proyecto de futuro. En el segundo caso, el original 'mejorándolo', valoramos el presente más que el término de la comparación. El presente es aquí culmen, perfección, virtud, valía, excelencia. En cierto modo, lo superlativo.
Sentado este punto, lo demás se sigue con naturalidad. Del estado actual de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la UIMP, ¿diría usted 'mejorándolo lo presente' o 'mejorando lo presente'? ¿Tomaríamos el presente como punto culminante o como algo que podría ser mejor, que reclama ser mejor?
Es claro que el catastrófico 2020 ha tenido como una de sus víctimas educativo-culturales de más relevancia en Cantabria a la UIMP. La paralización primaveral y la disrupción de la convivencia y de la economía no permitía una mínima normalidad. Se ha actuado a la heroica, como tantas instituciones, pero evidentemente ha habido una pausa en las posibilidades de su desarrollo. Año de resistencia. Y agradecidos, para el panorama que había.
No he leído que entre las prioridades ni del Gobierno de Cantabria ni del de la nación (del que depende esta Universidad), ni de cara a los fondos europeos, figure una remodelación y relanzamiento importantes de este centro universitario. Alguna vez he comentado que la UIMP debería ser para Cantabria el equivalente funcional de lo que fue Alfonso XIII desde 1914 a 1931: un gancho de relevancia nacional e internacional, con tracción sobre la vida económica, social y cultural de la ciudad y la comunidad. La república parecía decidida a tomar ese relevo, pero todo se fue al traste en 1936. Ese reto sigue vigente.
Como Año Nuevo es un momento ritual de propósitos, hagamos el nuestro. El primer punto es la toma de conciencia. Santander y Cantabria deben ser más conscientes no sólo de lo que la UIMP ha representado hasta ahora, sino de su verdadero potencial en un escenario global. Promocionarla debe formar parte de los programas locales y regionales con una intensidad mayor. Pero es el dueño de dicha Universidad, el Gobierno central, quien debe entender el valor de la UIMP, con su flexibilidad y proyección global desde su nacimiento, como una herramienta muy valiosa de la política exterior española en todos sus aspectos: económica, tecnológica, cultural y artística, idiomática, jurídico-institucional, científica... Si los recursos empleados en Comillas en una acción incompleta, onerosa y de discreto balance se hubieran acordado para relanzar la UIMP, quizá la habrían situado ya en otro plano.
Los puntos fuertes de esta Universidad siguen siendo los originarios. El legado del impulso del profesor de la Universidad de Liverpool E. Allison Peers a los cursos de español para extranjeros. El interés en los avances médicos mundiales en relación con Valdecilla. Y para todas las demás materias, la posibilidad de que jóvenes en formación, o no tan jóvenes en ampliación de formación, entren en contacto con figuras de primer nivel mundial en sus respectivos campos de estudio. Así, venían a La Magdalena un físico como Erwin Schrödinger o un historiador como Johan Huizinga. Lo que la UIMP posterior agregó fue una relación más estrecha con las grandes empresas globales españolas, desde la banca y las telecomunicaciones hasta la construcción o las editoriales, pasando por la gestión portuaria y otras materias.
Sobre la base, pues, de esta tradición, de la proyección de España y de la participación de las empresas en el 'lifelong learning' y en la insustituible experiencia (que el mundo poscovid volverá a actualizar) de la relación presencial de los expertos y de los novicios interesados, no sólo se podría ampliar el cronograma, sino que es de creer que, conjuntando calendarios docentes más amplios y labores investigadoras también más extensas, por mejor financiadas, la UIMP produciría intensa actividad todo el año.
Nos gustaría poder decir, pues, en vez de 'mejorando lo presente', un antiguo, pero laudatorio, 'mejorándolo lo presente'. Y es que a veces lo antiguo es lo mejor. Pero para 'antigüarse' hay que renovarse. Ni que decir tiene que esto debería impulsarse de común acuerdo, lejos de tensiones partidarias y protegido de los procelosos ciclos de la política, que a menudo son, más que ciclos, ciclones. Y que esta fuese una de muchas buenas nuevas de 2021. Chin, chin.
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Ana del Castillo
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