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Estimados lectores. El jueves día 11 de noviembre de 2021, asistí, como oyente, a la conferencia impartida en el Ateneo de Santander por quien ... fuera compañero de la V Promoción de la Facultad de Derecho de Cantabria, Enrique Menéndez Criado. Después de la exposición del conferenciante se abrió un turno de ruegos y preguntas y yo me quedé apesadumbrado con algunas de las cosas que allí se dijeron. Se nos ofreció con amabilidad subir al estrado para que, auxiliados por un micrófono, pudiésemos dar nuestra opinión. Yo preferí guardar silencio y mantenerme discreto en un segundo plano, aunque los que me conocen bien saben que no rehúyo la dialéctica en público, pues gracias a mi oposición y a mis estudios del Grado de Ciencias Políticas, el arte de la oratoria es un don que me fue concedido, pues como decía el maestro Marco Tulio Cicerón se trata de dominar la invención (esto es, el qué decir), la disposición (esto es, en qué orden decir) y la elocuencia (esto es, la forma de decir).
A modo de preámbulo quiero señalar que jamás pertenecí a un partido político ni sindicato (ni como afiliado ni como trabajador), tampoco a ninguna asociación salvo una de tipo deportivo. Así mismo jamás ejercí mi derecho de sufragio pasivo, y sólo lo hice una vez con relación a mi derecho de sufragio activo, y fue un voto de condena y no por motivaciones ideológicas.
Primero: mi abuelo, Ignacio Gutiérrez (Dobres, Vega de Liébana), a quien pude disfrutar hasta mis 31 años, luchó en la Guerra Civil española en los dos bandos, en el republicano y en el nacional. Nunca se dirigió a mí, como su nieto mayor, de un modo directo pues era una persona de carácter espartano y muy lacónico. Sólo una vez, siendo yo un púber, le oí decir en su casa del pueblo que él vio muchos muertos en la cuneta y en los campos de batalla y que había sido horrible y que nunca más debería producirse un hecho semejante. Jamás habló de buenos y de malos.
Segundo: se dijo en el turno de los oyentes en numerosas ocasiones, que la Guerra Civil había sido un golpe de estado contra el gobierno legítimo de la república. ¿Legítimo? Es un hecho notorio, que la guerra fue una insurrección militar de una parte de nuestro ejército, pero no debemos pasar por alto una serie de hechos también palmarios y evidentes de cómo se produjo el advenimiento de la II república española:
-El 17 de agosto de 1930, tuvo lugar el conocido como Pacto de San Sebastián, que suponía una confabulación, entre políticos, para derrocar de modo no democrático al régimen monárquico de Alfonso XIII. Sus principales impulsores fueron Miguel Maura -hijo de quien fuera presidente del gobierno de España durante la Restauración, Antonio Maura- y Niceto Alcalá Zamora, quien acabaría siendo presidente de la II República. Ambos conservadores, católicos y el primero monárquico. Por tanto, desde dentro del sistema.
-El 12 de diciembre de 1930 tuvo lugar el fallido golpe militar en Jaca contra la monarquía, siendo los líderes los capitanes Fermín Galán y García Hernández, quienes acabarían siendo condenados a muerte tras ser procesados.
-El 12 de abril de 1931 tuvieron lugar las elecciones municipales y el resultado de la jornada fue de 22.150 concejales monárquicos y 5.875 republicanos, si bien los republicanos ganaron en 41 de las 50 capitales de provincia (que incluían sólo al 20% de la población). Aznar, como jefe de gobierno se hizo célebre con su frase: «España se había acostado monárquica y se había levantado republicana». Por tanto, elecciones de tipo municipal, con el resultado reflejado, ni siquiera elecciones generales. Ni éstas, ni elecciones a cortes constituyentes, ni un referéndum sobre la forma de régimen político o jefatura de Estado.
Tercero: uno de los oyentes en su turno de ruegos y preguntas llegó a decir que «unos eran más víctimas que otros». Como notario desde el año 1998 que aprobé mi oposición en el Colegio Notarial de Madrid he desarrollado mi actividad de fedatario público en cuatro comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, Canarias y Cantabria) y les puedo asegurar que la notaría en muchas ocasiones se convierte para los clientes en un verdadero confesionario, y centrándome en el tema que nos ocupa, pude descubrir que hubo combatientes de los dos lados que se movieron por convicciones políticas, pero también los hubo -y muchos- que se vieron obligados a luchar por uno de los bandos como consecuencia del lugar geográfico en que vivían cuando se produjo el alzamiento el 18 de julio de 1936. Y aquí quería llegar yo, como ejerciente de la fe pública, porque no podemos obviar que la Guerra Civil también sirvió a muchas personas para solventar sus rencillas personales, motivadas, en unos casos por un mal reparto hereditario -que había llevado a enfrentarse a padres con hijos, a hermanos con hermanos, a tíos con sobrinos-; en otros por un desplazamiento de hitos o mojones que había supuesto una alteración de la cabida o superficie de una finca; otras veces por una ocupación de tierras para adquirir el dominio de un modo torticero...
Metáfora del ajedrez: este juego se compone de diversas piezas con un valor diferente. Mientras están vivas -esto es, mientras hay una partida-, cada una se mueve de modo diferente, pero cuando la partida se acaba, todas, -desde el peón hasta el rey-, van a la misma caja. Así ocurre con los seres humanos cuando se acaba «nuestra partida», sin distinción por confesión religiosa, credo político o status social. Por tanto, todos somos igual de víctimas.
¿Y cómo solucionamos esta dialéctica? Sólo caben dos caminos:
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