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Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantas obras ha escrito sin firmar, era a menudo una mujer, decía Virginia Woolf. Era el año 1928, nueve años después de que la mujer obtuviera el voto, y Woolf critica su invisibilización en la literatura. Relegadas a ... un segundo plano en la vida política, laboral y social, las mujeres han tenido que luchar históricamente por salir del lugar que se les había asignado en el mundo: el hogar y la familia.
Si se define la experiencia de las mujeres como inferior, menos importante o más limitada que la masculina, la escritura, las obras y los trabajos de las mujeres se infravaloran automáticamente. Hasta tal punto que desaparecen de la historia. De hecho, apenas están en libros escolares de Historia, ni de Filosofía, ni de Literatura y mucho menos en los de Ciencias. Esta ausencia escamotea buena parte del patrimonio común a todos, mujeres y hombres, y así se transmite una cultura empobrecida, incompleta y androcéntrica, que no reconoce la importancia de las mujeres en el desarrollo social y cultural. No es un hecho solo español, desgraciadamente, esta transmisión de las desigualdades y la falta de reconocimiento de las mujeres, se produce de forma similar en cualquier país.
Por ello, se hace necesaria una revisión de la Historia para recuperar el punto de vista femenino y las historias de tantas mujeres que han sido silenciadas. Dar voz a las sin voz. Como están haciendo ahora en nuestra región Aída Herreros, Marta Mantecón, Raquel Serdio y Ramón Saiz Viadero. Y fuera de ella los proyectos 'Women's legacy'.
De las primeras voces brota el movimiento feminista. Todos los derechos y libertades comienzan a conquistarse en este período. La primera ola, el sufragismo, arrancó a finales del siglo XIX, y rompió a principios del siglo XX, continuando imparable hasta nuestros días.
Veamos qué pasaba en nuestra comunidad. En Cantabria, el Santander que recibía el veraneo, tras el estreno de 'Electra', de Pérez Galdós y las tertulias en San Quintín, incluyendo, en ocasiones, a la marquesa de Pardo Bazán y a Margarita Xirgú, estaba inmerso en una ola de anticlericalismo. En este primer año del siglo, coincidieron dos pensadoras polémicas, que vivían contraviniendo la conducta esperada de las mujeres: Concepción Morell, que murió en Monte en 1906, y Rosario de Acuña, que vivía en Cueto. Ambas colaboran con periódicos progresistas en los que expresan sus ideas, también las referidas a la posición de la mujer en la sociedad en la que viven. Simultáneamente, con dificultades, Concha Espina comienza a publicar.
Todas estas mujeres trajeron vientos feministas, desgraciadamente desaparecieron cuando ellas lo hicieron. Habrá que esperar más de una década para que dos entidades comiencen a colaborar con la promoción de las mujeres.
Primero en el tiempo (1914), el Ateneo Santander nombraba como vocal, aunque no con rango de miembro, a Carmen de la Vega Montenegro, cofundadora de la escuela normal, quien desarrolló una considerable actividad cultural. La primera mujer que subió a su tribuna fue María Luisa Castellanos con una ponencia sobre la vida femenina, también se celebró el centenario de Concepción Arenal, con la participación de Dolores Cortázar debatiendo sobre la acción social de la mujer española. Otra cofundadora de la normal, Margarita Comas, impartía cursos de Ciencias. La segunda entidad fue el Ateneo Popular, que, desde su fundación en 1925, integró con pleno derecho a las mujeres.
En la tercera década, con la llegada de la II República, se produce un gran impulso en la vida social y política de las mujeres, también en Cantabria. La radical Clara Campoamor, descendiente de cántabros, fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino. Junto a ella, en el partido socialista, la folclorista y escritora Matilde de la Torre. Durante esta etapa la actividad de las mujeres en Cantabria se despliega liderada por Matilde Zapata, que escribe en 'La Región', donde colaboran políticas como Matilde de la Torre, María Lejárraga y Aurora Árnáiz. Victoria Kent visita Santander en 1931. También la malograda Hildegart Rodríguez, movilizando a la juventud y la tradicionalista católica María Urraca Pastor ocupan la tribuna del Ateneo para hablar del movimiento feminista; las socialistas Margarita Nelken, Luz García Pérez y Matilde de la Torre lo harán en el 32; en el 33, Belén Sárraga participa en la sala Alcázar en un mitin sobre el federalismo. Manolita Polo Martínez Conde publica sobre política femenina; Libertad Deal, Esperanza Fuerte y Heroína Adame (seudónimo de Concha Corral) escribirán sus opiniones en los periódicos. Mujeres, hoy olvidadas, participaron en la vida política y cultural de Santander: Juana Fernández Alonso, Rita Rodríguez Cobo, Julia García Castañón, Ana María Cagigal, Rosa Bodega, Valentina Rivero Gil, Carmen Gutiérrez, Rita Rodríguez, Antonia Ávila, Carmen Pellón, Teresa Martín Palacio, Mercedes Carús Pérez Peña, entre otras.
Se celebraban debates y se producen encendidas polémicas sobre la participación de las mujeres en la política entre la marquesa de casa Henestrosa y Matilde de la Torre o la de Ana María Cagigal, liberal conservadora, frente a la conservadora María Teresa de Huidobro. Mujeres, todas, con voz propia, independiente, libre. Una voz sin someter.
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